Contrarreloj

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El problema más grave que sobrelleva este filme es la presencia en su protagonismo de Nicolas Cage. Hace unos días alguien me preguntaba por qué razón es tan buen actor Robert de Niro, si parecería que siempre actúa de si mismo.
A mi entender podrían clasificarse en tres grandes grupos da los actores, dos creíbles, los que construyen personajes desde lo camaleónico, entre ellos Sean Penn; el otro, donde el don esta en la naturalidad, en que dan la sensación de no estar actuando, en esta variable se inscribiría Robert de Niro; el tercer grupo lo conforman los no creíbles, y uno de sus paradigmas es Nicolas Cage, por sobreactuación constante, por resultar un catalogo de idénticos tics para distintos personajes, si bien en esta oportunidad se lo observa un poco más contenido al respecto, no se le puede creer nada, ni cuando corre, y aquí lo hace varias veces.
No es la primera vez que esta pareja de Simon West como director y Nicolas Cage como actor trabajan juntos, una anterior experiencia fue “Con Air” (1997), pero entre ambas existen sutiles diferencias, en aquella aparecían los geniales Steve Bucemi, John Cusack y, como antagonista, el exacerbado John Malcovich que hacían creíble el personaje a su cargo.
Aquí el antagonista es Josh Lucas, malo, muy malo, un loco ni siquiera lindo, que con su actuación le robo el lugar de monumento gesticular manierista a Cage. Tarea harto difícil, si las hay.
La historia se centra en Will Montgomery (Cage), un eximio ladrón de bancos que al salir de prisión tras cumplir una condena de ocho años, intentará primero cambiar de vida, redimirse, para luego poder recuperar el afecto de su hija ya adolescente.
La narración refiere por supuesto a lo ocurrido ocho años antes, cuando tras un robo exitoso Will termina apresado pues sus compañeros lo abandonan. Esta promisoria apertura es la mejor secuencia del filme, pero la promesa se desdibuja rápidamente. Elipsis. Comienza la historia.
Al salir de la cárcel se entera que Vincent (Josh Lucas), su compinche y amigo ha muerto, pero en realidad es él quien secuestra a la hija de Will concediéndole sólo 12 horas para que le entregue la parte que le corresponde por botín logrado en aquél robo.
Nadie le cree a Will la hipótesis de que Vincent no murió, particularmente el teniente de policía Tim Harlend (Danny Huston), quien lo sigue persiguiendo para sorprenderlo con las manos en la masa, léase, cuando vaya a buscar el dinero robado supuestamente escondido, pero que el espectador ya está en antecedentes de que lo quemo, hecho que el personaje lo reitera luego en varias oportunidades.
Toda la producción se encuadra en el género del thriller de acción, o sea todo a velocidad, escenas de persecución, bombas, tiros, etc.
Violencia glamorosa con el sólo fin de excitar al espectador, objetivo que en realidad esta realización no logra, pues circula por lo ridículo, sin exagerar, si lo hubiesen podido hacer al menos podría encuadrarse en la disposición del grotesco o burlón y reírnos un rato, pero no.
La vedette, por supuesto, es el montaje de cortes rápidos, sólo eso, creyendo que de esa manera genera la adrenalina en el espectador, pero no alcanza, del guión a olvidamos por considerárselo innecesario.
Se escuchan frases como “a quien se le ocurre secuestrar a la hija del mejor ladrón de bancos de America” ¿?, dicha por uno de sus ex compinches a Will. Por favor, que alguien me explique el sentido de esta sentencia.
Todo en ese orden de lo rústico, tosco, demasiado previsible, no hay dobleces, ni giros, ni excepciones, ni nada. Adivine como termina.
Por supuesto que los rubros llamados técnicos cumplen con su función, la música de Mark Isham acorde a las imágenes en función de acompañarlas en el ritmo vertiginoso, o la buen elección de los escenarios de Nueva Orleans bien fotografiadas por Jim Withaker, el mismo de “Gracias por fumar” (2005), son hasta se diría un placebo en medio de tanto desastre, pero en realidad no alcanaza.
Lo único que aparece en la limitación del tiempo, “Contrareloj”, es la paciencia del espectador esperando que terminen los insoportables 96 minutos que dura el filme, perdón, me corrijo, los últimos insufribles 80 minutos.