Contrarreloj

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Acumulación de episodios cada vez más violentos

Corre Will, corre. Así podría titularse este filme, el número 71 en la carrera de Nicholas Kim Coppola, sobrino del director Francis Ford Coppola, más conocido por su seudónimo de Nicolas Cage. Y como en todas sus películas de acción, también aquí vuelve a colocarse la máscara del héroe/mártir lanzado a misiones imposibles.
Contrarreloj es también el reencuentro de Cage con Simon West, quien lo dirigió en Con Air (1997), que fue el debut de este director en el largometraje. En aquel filme, Cage portaba cabello largo, una característica que en este caso cedió a su "amigo" Vincent.
Will Montgomery es un "famoso" ladrón especializado en bóvedas de bancos. El relato comienza, precisamente, con un atraco donde se lleva diez millones de dólares. Pero algo sale mal y Will es condenado a ocho años de cárcel.
Cuando es beneficiado con la libertad condicional, le confiesa al agente Harland, su implacable perseguidor del FBI, que quiere redimirse y reconciliarse con su hija adolescente Allison.
En el cine clásico de Hollywood, para que una historia pueda avanzar, a la acción del protagonista hay que oponerle la de un adversario o enemigo. En este filme, esa función la cumple su ex compinche Vincent.
Ocho años después de aquel asalto, Vincent luce una pierna ortopédica, trabaja de taxista y pretende cobrarse una "indemnización", porque afirma que no recibió un peso de aquel botín.
Will le dice que no tiene los diez millones de dólares porque los quemó. Pero tanto Vincent como la policía creen que los escondió para disfrutarlos a su salida de la cárcel. ¿Cuál es el recurso al que Vincent apela para lograr su objetivo? Secuestrar a Allison.
Y aquí comienza la desesperada carrera "contrarreloj" de Will para salvar a su hija. Algo similar a lo que le ocurría al personaje interpretado por Liam Neesom en Búsqueda implacable (2008). Pero en este caso Will dispone de un perentorio plazo de doce horas.
Si la desmesura es ya una marca de fábrica en el cine de acción de Hollywood, la maldad deviene en este caso en pura caricatura, gracias a las sobreactuaciones tanto de Cage como de Josh Lucas en el cínico personaje de Vincent.
Como el villano de turno, Lucas se reserva un generoso muestrario de excentricidades gestuales. Ambos se mueven en medio del Mardi Gras, el vistoso carnaval de Nueva Orleans, la ciudad elegida por el director para ambientar la historia.
Digamos finalmente que el vacuo ideario del joven y a su vez desgastado género del cine de acción de Hollywood no ha encontrado otro recurso para mantener el interés, que prostituirse mediante la acumulación de episodios cada vez más violentos y absurdos, como ocurre en esta película.