Colette: Liberación y deseo

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Romper las cadenas

El último film del realizador inglés Wash Westmoreland, Colette: Liberación y Deseo (Colette, 2018), sobre la vida de la extraordinaria escritora francesa Gabrielle Colette, viene signado por el fallecimiento tras una larga enfermedad del esposo y colaborador del director, Richard Glatzer, quien había escrito la historia y coescrito el guión junto al director y Rebecca Lenkiewicz, quien a su vez venía de coescribir junto al chileno Sebastián Lelio Disobedience (2017) e Ida (2014), en este caso junto a Pawel Pawlikowski. Westmoreland y Glatzer asimismo habían dirigido conjuntamente Siempre Alice (Still Alice, 2014), un gran drama sobre una profesora universitaria que es diagnosticada con Alzheimer.

La película recrea la juventud de Gabrielle Colette (Keira Knightley), una prolífica escritora que logró un extraordinario reconocimiento en Francia a partir de una prosa precisa que combinaba delicadez con una voluptuosidad descarnada y un ojo muy agudo en cuanto a la descripción de personajes y situaciones. Desde su casamiento con el vulgar empresario Henry Gauthier-Villars (Dominic West), conocido como Willy, hasta la publicación de su novela La Vagabunda (La Vagabonde, 1910), donde narra gran parte de la historia del film, Colette: Liberación y Deseo relata el proceso de emancipación de una mujer de las imposiciones de su tiempo. Debido a las complicaciones económicas de su esposo, Colette comienza a escribir sobre su adolescencia en Saint-Sauveur-en-Puisaye, un pueblo situado en la región de Borgoña. La urgencia lleva a Gauthier-Villars a decidir publicar la novela resultante bajo su seudónimo literario Willy, a pesar de no estar del todo convencido sobre su valor ya que no cuadraba con el estilo pedestre de sus obras dedicadas a un público mundano. Colette se suma así al ejército de escritores fantasmas que el empresario utilizaba para redactar sus novelas, práctica muy extendida en el mundo literario de la época y aún en la actualidad, que ha suscitado más de una polémica en los círculos literarios sobre la autoría de muchas obras. Las novelas de Colette son un éxito y el personaje de Claudine, la protagonista, se convierte en un icono de la femineidad. El revuelo que generan sus obras coloca a la pareja en un lugar privilegiado dentro de los círculos literarios y libertinos de principios del Siglo XX, causando Colette gran sensación por su carácter y su vivaz y atractiva personalidad. El descubrimiento de su bisexualidad, la liberación de la sombra de su esposo y su interés por el teatro y el music-hall le abren las puertas a una sensación de libertad que le permite atreverse más tarde a disputar la autoría de sus primeras obras, lo que engrandece su figura como escritora, artista, espíritu libre y libertina.

Colette: Liberación y Deseo es una gran semblanza de una escritora que logró destacarse por su calidad literaria y su ampulosa personalidad en una época de gran ebullición. El guión trabaja muy bien el temperamento de la escritora, su proceso de independencia de las imposiciones maritales y su vida en general, poniendo mucho énfasis en las relaciones que más influyeron en su obra y en el divorcio de su esposo. El diseño de producción a cargo de Michael Carlin, responsable de films como La Duquesa (The Dutchess, 2008) y Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008), recrea el ambiente de la época con gran realismo mientras que la fotografía de Giles Nuttgens, responsable de Sin Nada que Perder (Hell or High Water, 2016), consigue un gran contraste entre la apacible vida rural y la vertiginosidad de París y las idiosincrasias que se ponen en juego en el film.

Con un sentido de veneración Westmoreland homenajea a la protagonista al igual que Keira Knightley, componiendo una autora que se debate entre su rol de esposa, sus inclinaciones literarias y su necesidad libertaria de escapar a los estereotipos de una época en la que de a poco las mujeres se atrevían a expresarse y luchar por un lugar en el mundo cuestionando la cultura machista. El punto más cuestionable del film es la elección del idioma inglés para la recreación de una escritora francesa lo que atenta contra innumerables cuestiones de idiosincrasia en la adaptación del personaje, pero esto queda en un lugar secundario debido al gran trabajo de todo el elenco y en especial de Knightley. Al igual que la autora, el film logra cautivar con su franqueza, su espíritu de denuncia de la doble moral machista y el estilo inigualable de una escritora que tuvo su consagración literaria con su novela Gigi (1944).