Colette: Liberación y deseo

Crítica de Marcos Guillén - Cuatro Bastardos

Colette: Liberación y deseo.
“La ausencia total de humor hace la vida imposible.”
Sidonie-Gabrielle Colette
Transgredir no es norma, ¿se nos permitirá el absurdo si intentamos explicarlo? Porque procuramos razonar que nadie obra en su vida buscando hacerlo, la misma, la indisciplina, se da más por incomodidad de la persona en su contexto, creemos, más que por pura intención.
Sidonie-Gabrielle Colette jamás fue una rebelde por opción, sino que por contexto. Su historia es un aprendizaje de sí misma y su entorno. La lectura irónica, la mirada cínica hacia los de su generación fueron parte de ese proceso de crecimiento que tuvo junto al que fue su esposo, Henry Gauthier-Villars, el bon vivant conocido como Willy, que la utilizó como escritor fantasma, y una de sus amantes, Sophie de Morny, que retratan en el film, aunque hubo otras claro.
De alguna manera el contexto fue, redondeamos, el que creó la magnifica personalidad publica de la escritora francesa; ese liberalismo hipócrita de la sociedad parisina, la búsqueda de la pertenencia en un mundo que de a poco mostraba no ajustarse a sus expectativas, y por fin la construcción de sus anhelos a pesar de los otros. En cierta manera Richard Glatzer, Wash Westmoreland y Rebecca Lenkiewicz, guionistas del film, saben captar el contexto que tanto señalamos, adornado claro, no solo con una bonita producción, sino que también con un amplio y esforzado vocabulario, con impecable acento británico, que ejemplifica el acartonamiento del snob de los salones y soirée. Hasta allí estamos de acuerdo, es la generalidad de la trama donde por momentos se verá aburrida. El film dirigido por Wash Westmoreland cae indefectiblemente en el obvio biopic de origen que ciertamente rescata una deslumbrante Keira Knightley, que junto a Dominic West, son lo más real y fresco del retrato.
La historia no carece, por supuesto, de una mirada actual (irónicamente) sobre la situación de la mujer en la sociedad, lo que se espera de ella, lo que el varón permite y no en su desarrollo personal, lo que narrado desde esa perspectiva es interesante de ver. El contexto, aún siendo final de siglo XIX (y justamente por eso) empuja al espectador a comprender que las acciones y decisiones de la protagonista fueron las consecuencias del contexto, que su rebeldía era una respuesta al ataque mojigato de su tiempo. Acierto es el acento con que narran la historia de los escritos de Claudine, que Willy firmaba, porque allí se retrata la joven que fue y la mujer que los escribe, ya madurando su relación con el resto.
En definitiva, Colette es una impecable película biográfica que nos da un dorado destello sobre los inicios de tan descomunal escritora de las tierras galas, única en la historia de Francia que recibió un funeral de estado, elegante en su producción y exquisita en sus interpretaciones. Es solo que no pasa de ello, de una correcta biopic, como tantas otras, ciertamente esa ausencia de humor que aburría tanto a la autora.