Chicas armadas y peligrosas

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Del director de la exageradamente sobrevalorada, de manera injustificada, “Damas en guerra” (2011), se estrena esta producción que a priori, por el titulo con el que la conocemos en la Argentina y el afiche que la publicita, la enmarca en el genero de comedia con tintes de acción. Pero no, se queda en el mero intento, pues en ningún momento presenta algo que pueda provocar aunque más no sea un esbozo de sonrisa, ya que todo resulta ser un catalogo de reiterados lugares comunes.

Desde hace algunos días se puede ver en la cartelera porteña “Dos armas letales” que plantea casi la misma estructura e historia, pero que se convierte en un muy buen ejemplo de éste tipo de producto, salvo que sus protagonistas y los personajes que recrean son lo mejor que posee. En “Chicas armadas y peligrosas” también nos enfrentamos ante una pareja despareja forzada a unir voluntades y personalidades opuestas en pos de una finalidad común.

Sarah Ashburn (Sandra Bullock) es casi una extrapolación del personaje Gracie Hart del filme “Mis simpatía” (2000), que tuvo en su segunda parte (2005), es una construcción de historia similar a “The Heat”, titulo original de ésta que se estrena ahora, en la que una colega se posicionaba en las antípodas, pero que terminaba resultando imprescindible para resolver el “misterio”.

Bien, ahora Sarah es una bella, esbelta, cuarentona, arrogante, eficiente, pensante, deductiva, estudiosa, pacata, asexuada, insufrible y eficaz agente del FBI que, y pongamos tintes misóginos en el relato, debe, por orden de su jefe, trasladarse de New York a Boston para desbaratar a una red de narcotráfico, para poder obtener, por sus antecedentes y logros, el ascenso que se merece, si no fuese mujer.

En ese lugar se enfrentará de manera primaria, y luego se verá obligada a trabajar muy a regañadientes, a Shannon Mullins (Melissa McCarthy), a quien le exigen que repita su catalogo de situaciones y acciones de mal gusto que nunca llegan al grotesco, lo que si podría mover a risa, quien hace un despliegue de aptitudes para desarrollar el humor físico, envidiable por cierto, pero sin valores adherentes, casi rayano en el orden de lo escatológico, de muy mal gusto, que termina por provocar rechazo. Shannon por su parte, como queda dicho, se mueve en las antípodas respecto de la constitución del personajes de Sarah, es una detective de la policía de Boston, treintañera, gorda, desprolija, de carácter impulsivo, puro instinto, violenta, desprejuiciada, para quien las reglas no existen, pero al mismo tiempo muy eficaz en su trabajo, tampoco posee el don de la diplomacia, ni filtro alguno entre lo que piensa, lo que dice, y lo que hace, toda una “come hombres” (¿es una metáfora?) a los que luego de locas noches de pasión abandona.

Las dos mujeres tendrán que aprender a zanjar sus colosales discrepancias, a cooperar y aunar sus pericias, a ensamblar sus potencias para alcanzar el objetivo que las unió, esto debería provocar jolgorio, debería….

Ambas actrices cumplen con lo que se les plantea, hasta logran momentos de buena química entre ellas, lo que no redunda en el resultado que se desea, que sería provocar risa, sólo hacen que por instantes la trama, en este caso lo menos importante, la acción, su razón de ser, sea algo creíble.

Todo esta puesto para el lucimiento de sus protagonistas, pero tan débil, lamentable, es la estructura en la que se debe construir que el filme, en sus excesivas casi dos horas, terminan aburriendo, eso favorecido por la ausencia de algún interés relacionado al misterio o el suspenso que tampoco aflora, pues todos los pormenores y los personajes laterales están sacados de viejas películas o de un antiguo manual de guión que debería dejarse de usar.