Chappie

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

Robots de los márgenes.

Retomando la idea y la estética de su primer cortometraje Tetra Vaal (2004), sobre un robot policía que patrullaba las calles de Johannesburgo, el guionista y director sudafricano Neill Blomkamp, que saltó a la fama con su primer largometraje Sector 9 (District 9, 2009) y revalidó sus credenciales con Elysium (2013), continúa con su derrotero por el género de la ciencia ficción con su nueva película Chappie (2015). La historia retoma elementos de muchas fuentes, entre ellas la distópica Robocop (1987) de Paul Verhoeven, la post apocalíptica Blade Runner (1982) de Ridley Scott, la más reciente película de robots Autómata (2014) de Gabe Ibáñez y la divertida Cortocircuito (Short Circuit, 1986), para mezclarlas con componentes de la literatura de ciencia ficción de Asimov de la saga de robots y personajes marginales ciberpunk típicos de las novelas de William Gibson.

La historia narra una disputa entre dos ingenieros en Tetra Vaal, una empresa que fabrica robots para venderlos a la policía de Johannesburgo. El éxito de determinado modelo de androide marca el ascenso de Deon (Dev Patel), un joven ingeniero, y el recorte de los fondos del proyecto de su colega Vincent Moore (Hugh Jackman), un ex militar que está diseñando un mega robot teledirigido por un piloto conectado a través de una red neuronal, que tiene grandes similitudes con los dos proyectos fallidos de guardianes robot de Robocop 1 y 2. Por las noches, paralelamente a su labor diurna, Deon trabaja en un proyecto de inteligencia artificial que le daría libre albedrio y conciencia a las maquinas al momento de imponer el orden. La propuesta cae bastante mal en la presidencia de la compañía, ejercida por la pragmática Michelle Bradley (Sigourney Weaver), y Deon decide romper varias reglas corporativas para instalar su programa en uno de los robots averiados.

La película cobra aún más interés cuando una banda de delincuentes de estética punk -que pasan de la violencia al cariño- decide adoptar al robot, que a su vez le roba a Deon tras secuestrarlo para asaltar un camión de caudales con el fin de pagar una deuda y salir de su situación de marginalidad. A partir de la aparición de Chappie, el robot con un alma, el guión se encamina a relatar la inserción del robot en la sociedad y las diferencias entre los incluidos y los excluidos en una ciudad sitiada por la delincuencia y el capitalismo salvaje que expulsa a los ciudadanos del mundo del trabajo, precarizándolos, flexibilizando las condiciones laborales y evadiendo impuestos a través de subsidios a la producción.

Gracias a su conciencia política distópica sobre los avances del capital sobre los trabajadores, Chappie logra insertarse en la dura ciencia ficción de robots a partir de grandes efectos especiales, una calidez inusual en los marginales que por momentos roza la ingenuidad y buenas actuaciones de todo el elenco, con grandes escenas a cargo de la experimentada Sigourney Weaver y un notable Hugh Jackman como el villano. Mientras el capitalismo sigue avanzando y dejamos nuestra humanidad bajo la promesa de un hedonismo perenne dentro de la sociedad del espectáculo, la inteligencia artificial nos deja una última esperanza de que algo de humanidad aún resista el embate y resurja algún día de entre los escombros.