Chaco (2018)

Crítica de Victoria Leven - CineramaPlus+

“Hay una comparación que hacían nuestros abuelos, había un lugar donde tenían encerrada a la gente, había una puerta y un monstruo y no se podía mover a ese monstruo, y ellos pensaban nosotros vamos a tener que parecernos a un animal chiquito, seremos hormigas. Y la hormiga se subió al pie del monstruo que tapaba la puerta. Y cuando llegó a la parte de arriba de él, le mordió la nalga y no lo soltó. Y ahí empezó la desesperación del monstruo que empezó a patalear hasta que no pudo aguantar el dolor y salió de la puerta así todos los hombres pudieron pasar a rescatar a la gente. Todas esas cosas que a veces se nos hacen difíciles están en esa puerta, nosotros tenemos que ser como la hormiga, armarnos de paciencia, porque esa tierra es nuestra por más que digan otra cosa”. Este es un relato alegórico que narra uno de los cinco protagonistas de distintas comunidades originarias en uno de los pasajes de este duro filme. Así plasma en forma de cuento la eterna lucha por la identidad y la pertenencia a sus coetáneos.

Estos personajes reales son los que guían al equipo de realizadores, tres directores para un mismo documental, para sumergirlos en la historia de sus tierras y en los relatos de sus pares.

Hablada casi en su totalidad en dialecto qom, whicí e ilagá, el filme acierta con una clave narrativa aportando una marca de autenticidad singular al documento de testimonios y a la reconstrucción de la historia de los excluidos. Así nos reencontramos con las historias de vida de comunidades antiguas y esenciales para nuestra cultura, tema que ha sido otras veces visitado por el cine de no ficción preocupado hace años por “la falsa civilización” que de manera fraudulenta y bárbara se apropia de lo ajeno y niega la presencia histórica de las comunidades aborígenes.

En amables y coloridas secuencias de animación el filme despliega el relato de las masacres a los pueblos originarios en el siglo XX, como por ejemplo la masacre de Pilagá en octubre de 1947 donde 2000 aborígenes caen engañados en una trampa y cientos de ellos son linchados en una escena trágica en manos de la gendarmería.

El documental se construye sobre la cadena de los testimonios de sus habitantes que van desde los más jóvenes hasta los caciques. En sus reflexiones nos exponen sus creencias, sus valores, sus historias de lucha y sus rencores. Nada más penoso que escucharlos hablar de “los blancos” o “los criollos” como figuras monstruosas que les han arrebatado su lugar de origen y que niegan su existencia.

Con imágenes muy cuidadas tanto los encuadres, como en la iluminación que se abren en una armónica composición, los realizadores logran tocar este tema de áspera textura con precavida mirada, atentos testigos de una batalla sin sentido. La lucha por la identidad parece una utopía para quienes no son funcionales a ciertos aspectos perversos del sistema.

“Facundo, o civilización y barbarie” escrito en 1845 por Domingo Faustino Sarmiento parece recordarnos a lo lejos que aún siguen vigentes ciertos pensamientos anacrónicos y antiprogresistas que devienen en siniestros.

Me parecía estar escuchando la historia de un western perverso donde los comanches no eran actores y la película no estaba dirigida por John Ford. Era la vida real.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria