Chaco (2019)

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini dirigen este documental que funciona como una especie de secuela de El Impenetrable y gira en torno a esas tierras que Incalcaterra heredó.
“Lo único que puedes hacer es una película”, le dicen en un momento al italiano Daniele Incalcaterra que, además de codirigir junto a la realizadora suiza Fausta Quattrini, se pone en el papel de protagonista. Parte de esta historia había sido expuesta en El Impenetrable, documental previo de Incalcaterra, cuya resolución lo mostraba encaminado en su objetivo.

Incalcaterra heredó cinco mil hectáreas de bosque virgen y había logrado llegar a un acuerdo para construir una reserva ecológica y entregar a los nativos el territorio. Devolver tierra a la tierra es su simple intención. Sin embargo sólo encuentra trabas que ponen en foco problemáticas como la deforestación y la corrupción, además de que la tierra aparece ocupada por otro hombre que aparentemente también tiene título de propiedad. “Acá la tierra es de quien toma posesión, como en el Far West”.

Es así que nos encontramos ante un Incalcaterra cansado y al mismo tiempo incapaz de bajar los brazos, mientras aparecen promesas políticas e intervenciones del Papa Francisco. Un hombre contra el sistema ya muy cerca de la resignación. ¿Hasta dónde, hasta cuándo vale la pena seguir insistiendo?

El documental -que ganó el premio Greenpeace en el Festival de Mar del Plata 2017 por reflejar el cuidado del medioambiente-, tiene algo de thriller político en el modo en que está construido y va exponiendo el mundo que lo rodea. Entre conversaciones, reuniones, seguimientos a través de esas tierras verdes, imágenes desoladoras que ponen en evidencia las dos mil hectáreas de bosque nativo arrasadas por día, es que se va construyendo Chaco, un retrato sobre el lugar que ocupan la naturaleza y el Estado.

Por momentos el film pierde un poco de ritmo y se torna algo reiterativo, pero también esto sucede acorde al eje de su protagonista, ya que las cosas nunca salen del modo en que están planeadas, en que uno espera.