Cenizas del pasado

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Memorable antihéroe con sed de venganza

Difícil imaginar en el inicio de Cenizas del pasado la odisea en la que se embarcará Dwight, su protagonista excluyente. Homeless treintañero que duerme en un auto destartalado y toma ocasionales baños de inmersión en casas vecinas de la zona de playas de Delaware en las que habitualmente revuelve la basura, Dwight recibirá una noticia que transformará una vez más su carácter: el asesino de sus padres saldrá de prisión y, si aquel drama lo había llevado a su penosa situación actual, ahora su cambio de piel tendrá que ver con una sangrienta venganza que intentará consumar sin demasiada planificación previa.

Premiada por los críticos de Fipresci en el Festival de Cannes, la película está sostenida en la notable actuación de Macon Blair, un antihéroe aterrorizado por sus propias acciones -drásticas, animadas por el odio-, pero decidido a no renunciar a consumarlas. El notable trabajo de fotografía pergeñado por el propio realizador y guionista, Jeremy Saulnier (que ya filmó otro largometraje, Green Room, una historia protagonizada por punks y neonazis que levantó revuelo en la última edición de Cannes) y su preciso manejo de los tiempos colaboran con la generación de un relato de clima espeso, ocasionalmente matizado con pequeñas dosis de humor negro.

TRAUMADO

Cegado por el dolor y decidido a hacer justicia por mano propia, Dwight es la contracara de esos héroes musculosos, hábiles para el combate y con dominio prodigioso de las armas que son tan habituales en las repetidas historias de venganza del cine mainstream norteamericano. Tiene poco carisma, es torpe y el temor también pesa en su conciencia. Sus objetivos no son estrictamente terapéuticos, sino el síntoma de un trauma muy mal procesado.