Casi un gigolo

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Turturro, como si fuera Allen

Director y guionista, el también actor coprotagoniza con su colega una comedia hecha a la medida.

Para el florista Fioravante (John Turturro) y el librero Murray (Woody Allen), la necesidad tiene cara de hereje.

Amigos desde que uno quiso asaltar al otro y se quedó como empleado de su librería por un tiempo, ahora comparten los embates de tiempos en que la gente se olvidó de los placeres del romance y de la lectura.

A Fioravante poco le importa, tratándose de un hombre solo que lejos de toda ansiedad, disfruta de hacer de su oficio un arte con cada arreglo floral. Para Murray, en pareja con una morena madre de varios hijos, la situación exacerba su natural neurosis.

Una confesa intención de la dermatóloga (Sharon Stone) de Murray de probar un menáge a trois con su amiga (Sofía Vergara) dispara la inventiva y, pronto, el judío le ofrece a su amigo italiano trabajar como gigoló mientras él le hace las veces de manáger.

Fioravante acepta más por camaradería que por convicción y, a tientas, se encuentra en las artes del abordaje cuando otra posible clienta, Abigail (Vanessa Paradis), una mujer viuda de la comunidad judía ortodoxa de Brooklyn, viene a trastocarle los tantos.

Turturro --con una filmografía variada en sus roles de guionista, director, actor y productor-- parece haber escrito una comedia a la medida de quien lo dirigiera en Hannah y sus hermanas. Más aún, da la impresión de que quien firma dejó a su coprotagonista hacer a su antojo y mover los hilos frente a cámara según su ser y hacer.

El resultado es una comedia con muchos de los sellos de Woody Allen, que revuelve en un hecho circunstancial hasta encontrar las esencias dramáticas y risueñas que brinda la simple realidad. Un tributo simpático.