Caídos del mapa

Crítica de Juan del Castillo - Ámbito Financiero

Blancas palomitas de la era digital

Una de las razones del éxito de la serie de libros que comenzó a publicar María Elena Falconi en 1995, y que ahora reproduce esta primera adaptación para un medio audiovisual, es que "Caídos del mapa" apunta a un público habitualmente "caído del target", como los preadolescentes (ya grandes para Disney pero todavía inmaduros para la abundante oferta de contenidos juveniles). Y lo hace con un lenguaje adecuado y cómplice. Los protagonistas de esta muy recomendable comedia para chicos que están terminando la escuela primaria se reducen a un cuarteto de características distintas pero compatibles (el nerd, la tímida, el "langa", la linda), y una convidada de piedra, que es la típica "olfa" de la clase.

Aquí viene otro punto interesante: el rechazo que sufre esta última no responde únicamente a su comportamiento sino, como se sabe más adelante durante la aventura central de esta película (el plan de ratearse y esconderse en el sótano de la escuela), a la discriminación previa que ella ha sufrido por ser gordita. Ante esto, uno puede temer una puesta en escena con sermón moralizador y bajada de línea incluidos, pero por suerte ese riesgo no se cumple: todo está planteado sin que parezca que lo está. No hay diálogos aleccionadores sino juego: un "juicio" que le hacen a la olfa en el cual ella, contra todo pronóstico, resulta ganadora. Los chicos lo entienden perfectamente, sin manual del Inadi subrepticio, y eso es para aplaudir.

Lo mismo ocurre con el portero, que ya no dice "blancas palomitas" con el candor de Vicente Ariño en "Jacinta Pichimahuida" porque son otros tiempos. El personaje está a cargo del legendario "fanático de Boca" Atilio Pozzobón, quien representa, en el micromundo del colegio, a aquellos a los que nadie escucha nunca. Gracias a eso el guión le reserva una frase final que resuena --tal como lo ordena el mejor cine--, más a Scorsese que a Lubertino.

Los directores Silbert y Mark, como si no fueran debutantes, manejaron con pericia los tiempos de la comedia y el conflicto. El humor también está bien llevado y responde a diferentes estilos, desde el "slapstick" inicial (esas caídas que remiten a una constante del cine desde los tiempos del mudo) a "guiños" para adultos incomprensibles para los chicos, como el descubrimiento del tocadiscos en el sótano, como si se tratara de una reliquia histórica, en el que suena el hit de los 70 "Estoy hecho un demonio". La verosimilitud está pasada por alto, desde luego, en la escena del rescate, en la que no se comprende cómo tan pocos guardapolvos formen una cuerda anudada de tamaña extensión, o que a continuación los chicos aparezcan en la biblioteca con esos mismos delantales, ahora impecables.

La maestra Karina K, la directora Tina Serrano, el plomero Osqui Guzmán y el padre Alejandro Paker son otros buenos hallazgos del casting, además del fresco quinteto protagónico.