Buenos vecinos 2

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

El mismo chiste sigue causando gracia

En "Buenos vecinos 2" Mac y Kelly Radner tratan de vender su casa, pero al estar al lado de una casa de fraternidad universitaria de chicas, se dan cuenta de que no será tan fácil, por lo que deciden enfrentar a las descontroladas estudiantes. Sirve para divertir lo suficiente y hacer pasar un buen rato a pesar de no ser un largometraje inolvidable.

Escena de sexo matrimonial que termina en algo escatológico. Así comienza “Buenos vecinos 2”, y sinceramente el primer pensamiento es “¿Esta película no la vi ya?”. Suena a reciclado de los chistes que quedaron afuera en la primera parte, y algunos que repiten el mismo esquema de escenas ya estrenadas. Sin embargo, el buen timing de Seth Rogen y Rose Byrne para la comedia liviana (muestran vibradores y hablan de marihuana casi todo el tiempo pero sigue teniendo poco peso) y la gran participación de Zac Efron -un hallazgo que nadie creía posible- sirven para divertir lo suficiente y hacer pasar un buen rato a pesar de no ser un largometraje inolvidable.

En esta ocasión, como Mac (Rogen) y Kelly (Byrne) esperan un hermanito para Stella, deben mudarse a una casa más grande, y ni bien consiguen comprador, que tendrá un mes para confirmar la compra mientras inspecciona que todo sea tranquilo en el barrio, una hermandad de chicas se muda a la casa que supo ser del grupo de Teddy (Efron) en el pasado. Nuevamente comenzarán los problemas con la juventud para esta pareja que evita todo el tiempo parecer “vieja” aunque los conflictos con adolescentes se los recuerde todo el tiempo.

Lideradas por Morgan (Chlöe Grace Moretz) las chicas lucharan en contra del sexismo que les prohíbe hacer fiestas a las comunidades femeninas, y serán lo más ruidosas que puedan. Teddy se transformará en el consejero de la fraternidad, pero como ya se convirtió en “adulto”, se cruza de bando ayudando al matrimonio a expulsarlas del barrio. Como ya se dijo, no se trata de una película superadora, y parece el mismo chiste que ya te contaron, pero narrado por otra persona vuelve a ser divertido y el placer culposo de reírte solo por reír, gana.