Buenos vecinos 2

Crítica de Elena Marina D'Aquila - Cinemarama

El rey de la comedia

La segunda parte de Buenos Vecinos replica la fórmula de la anterior –una de las mejores comedias estrenadas en 2014, y la primera de Nicholas Stoller en llegar a las pantallas grandes de nuestro país– tomando lo mejor de aquella, pero con algunas variaciones que no resultan del todo satisfactorias. Esta vez, la casa en la que viven Mac y Kelly –en la dulce espera de su segunda hija– se venderá en un mes, período durante el cual los compradores pueden retirar su oferta sin previo en el instante ante la aparición de cualquier inconveniente. El conflicto se desata cuando una hermandad de chicas se instala en la casa de al lado, antiguo hábitat de los Delta Psi comandados por Zac Efron. Entonces, el matrimonio une fuerzas con su antiguo rival para destruir la nueva amenaza antes de que sea descubierta por sus nuevos compradores.

La decisión de hacer más hincapié en el universo femenino, algo en lo que la Nueva Comedia Americana viene incursionando (y de forma exitosa con Damas en guerra), aquí produce un desequilibrio notable que afecta la película en la medida en que transitar por la comedia disparatada femenina requiere mujeres que puedan llevar a cabo esta compleja tarea, y Chloë Grace Moretz –cabecilla de las Kappa Nu–, no logra dar con el tono adecuado. En cambio, otra de las fundadoras de la hermandad resulta una Melissa McCarthy en potencia que sale expulsada de un frenazo por el parabrisas del auto de Mac y luego se levanta sin haber sufrido un rasguño: la película la desaprovecha hasta terminar volviéndola completamente invisible, mientras que otro personaje secundario extraordinario como el amigo de Mac, brilla en cada aparición de principio a fin. Ahí está la clave: ellos siguen siendo el fuerte de la NCA: Seth Rogen y su amigo, Zac Efron y el suyo (interpretado por Dave Franco) son personajes redondos, creíbles y queribles, cargados de una ternura propia de las películas de Stoller. En ellos se posa el núcleo narrativo y la construcción más allá del grandioso despliegue de gags, a pesar de que el argumento sea lo menos importante y la trama se vuelva un tanto dispersa. En medio de todos los personajes femeninos que la película no termina de desarrollar, la que sigue saliendo mejor parada es Rose Byrne, que no cuenta con la misma cantidad de chistes que Moretz pero la supera en personalidad.

Los segmentos más logrados son aquellos en los que aparecen chistes explosivos e inesperados. En cambio, cuando no estamos frente a gags de humor físico y salvajadas varias, la película se vuelve menos enérgica, pero ahí están Rogen, Byrne y sus amigos para mantenerla en pie. Buenos vecinos 2 solamente flaquea en algunas escenas donde se enuncian explícita y reiteradamente algunas posturas, pero afortunadamente la película –con Seth Rogen, Evan Golberg y el propio Stoller como guionistas– nunca llega a convertirse en un discurso sobre la igualdad de género, la madurez o la importancia de la familia versus la diversión. De hecho, aquel gordito drogón y puro corazón que se convirtió en el amo y señor de la NCA, finalmente sentó cabeza, pero eso no quiere decir que no pueda seguir actuando como un adolescente ni tampoco drogarse o divertirse. El hecho de ser padre y esposo no le impide salir corriendo tras robar una bolsa llena de marihuana en calzoncillos exhibiendo sus man boobs y su cuerpo blanco, fofo y peludo en todo su esplendor. Porque Stoller, como ya lo había dejado claro en Buenos vecinos, no contrapone un estilo de vida con el otro, si no que los pone a convivir, dando lugar a una comedia ciclotímica que pendula entre el sabor agridulce apatowiano y el humor más salvajemente incorrecto y desatado propio de los Farrelly o de los sketchs de Saturday Night Live.

Incluso siendo inferior a su predecesora y estando lejos del nivel de inspiración de otros trabajos del director, Buenos vecinos 2 es una buena comedia, lo suficientemente ingeniosa como para brindar varios momentos de placer absoluto. Quizás sus defectos se deban más a lo que esperamos de un tipo como Stoller, que entiende la comedia a la perfección y que ha dirigido películas de muy buenas a excelentes. Pero nada de eso empaña la alegría de poder seguir viendo sus películas en pantalla grande.