Bohemian Rhapsody

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

El tema que da titulo al film de Bryan Singer es una de las piezas musicales más reconocidas de la banda británica Queen y de la historia del rock. Con su fuerza operística, sus cambios de estilo y la poética nacida de su letra, el tema en cuestión es una obra maestra cargada de la fuerza de cada uno de los miembros del grupo. El film nos muestra su creación en un muy logrado montaje que se eleva todavía más gracias al poder de la música, y eso lo hará en cada momento que se acuda al repertorio de temas. Pero, a diferencia de Bohemian Rhapsody, la estructura narrativa no cuenta con la fuerza ni con la poética, ni siquiera con la importancia de todos sus miembros, lo que lo convierte en un film sin mucha forma.

La industria cinematográfica ama llevar a la pantalla la vida de grandes personalidades artísticas, y Bohemian Rhapsody es una biopic más dentro del largo listado. Para ser la historia de Freddie Mercury (Rami Malek), un cantante y compositor que supo marcar su lugar, su estilo y hacer parte de ello a sus seguidores, el film de Singer resulta algo tibio en todos los puntos que opta centrarse dentro de la vida del artista. Con un desarrollo un tanto episódico, no se permite al espectador involucrarse sino que más bien se lo deja apartado, disfrutando ocasionalmente de los grandes éxitos de la famosa banda. La caracterización e interpretación de Malek sobre el escenario lo hace brillar, aunque si de parecidos ha de hablarse, Gwilym Lee lo supera sobremanera en la piel de Brian May. Pero es en los pasajes de Mercury fuera de los escenarios o las grabaciones de estudio, donde el dramatismo nunca termina de funcionar del todo, tanto por la actuación de Malek como también por la manera escogida de narrar.

El film no se desarrolla de manera natural, sino que apela a una fórmula reiterada que varía entre pequeños momentos de la vida de Mercury —formar la banda, conocer a su amada Mary (Lucy Boynton), lidiar con la discográfica— y la sucesión de clásicos como Killer Queen, Love of My Life, Somebody to Love, entre otros. Si bien esto no supone un problema al comienzo, además de que la presencia estética del film funciona perfectamente para lo que se quiere contar, la reiteración y la larga duración terminan por agotar el recurso de su narración. Cada momento musical supone un respiro y disfrute, pero ello tiene pocos méritos en relación a lo que es la construcción cinematográfica, la cual debe su vitalidad a la banda en sí. Sin embargo, todas estas menciones que comienzan a resultar una molestia dentro del film no son realmente el problema del mismo, que apela simplemente a una estructura básica de las biopics sobre artistas musicales. El problema reside más allá de la manera de contar y lo que supone el punto flojo es en realidad lo que se cuenta.

En mayor o menor medida, todos los acontecimientos en la vida de Freddie Mercury que son retratados no son más que datos o episodios ya conocidos. No hay muchos elementos en juego que aporten una mirada distinta o una relectura acerca del cantante. Y esto se debe a que no hay una honestidad a la hora de hablar de Mercury sino que más bien se busca resaltar la figura del músico como creador y talento absoluto. Incluso los errores que suele cometer, las disputas y el distanciamiento con la banda y las personas que lo quieren se ven relacionados a la figura de un “villano” de más acartonado, en sus intenciones y en su relación con el protagonista. Temas que podrían poseer una presencia más importante como lo es la homosexualidad y el Sida solo se ven presentados sin ahondar demasiado, sin jamás comprometerse realmente con lo narrado —las decisiones tomadas y la sexualidad de Mercury solo se ven reducidas a un rápido montaje, como quien muestra algo con culpa.

Bohemian Rhapsody nunca termina de alcanzar toda la grandiosidad y honestidad para hacer honor al cantante y a la banda, más allá del talento que poseían sus miembros, algo que no requiere de un film para ser descubierto. La película está lejos está de ser un desastre, ya que funciona discretamente desde su apariencia estética y musical, pero si hay intenciones de observar más de cerca lo que se encuentra, no es más que un film demasiado tibio en su propuesta. Así como Brian May con toda sinceridad le dice a Roger Taylor (Ben Hardy) que el tema I’m in Love with My Car carece de fuerza, lo mismo ocurre con Bohemian Rhapsody. Al menos, nos queda la canción.