Blancanieves

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

¿Cuantas veces podemos asistir a ver una adaptación del clásico infantil de los hermanos Grimm Blancanieves? Las que sean necesarias, y más cuando en la búsqueda de una narrativa particular y específica un director intenta construir un discurso diferente y renovador.
Esto es lo que pasa con “Blancanieves” (España, 2012) de Pablo Berger, película en la que el mito de la niña que termina salvándose al convivir con seres diminutos de las garras de su madrastra.
El hallazgo del director es centrarse en los detalles que llevaron a la niña Carmen/Blancanieves (Sofía Oria/Macarena García) a escaparse de la mansión en la que vivía diarias torturas por parte de su malvada madre postiza (Maribel Verdú).
Pero antes no era así. Todo cambió desde el momento en el que Encarna (Verdú) puso un pie en ella y engañó a todos.
Aprovechándose de la invalidez de su padre (Daniel Gimenez Cacho), otrora uno de los mejores torero., y de la muerte de su abuela (Angela Molina), Encarna (Verdú) trata a Carmen/Blancanieves como a una sierva.
Todos los quehaceres domésticos son realizados por la niña, y que a pesar de todo los realiza con la alegría que siempre la ha caracterizado.
Carmen/Blancanieves posee un anhelo muy profundo y siempre sueña con que algún día su padre se recupere, razón por la que comienza a visitarlo a hurtadillas en su habitación.
En una de las visitas, Encarna descubre lo que Carmen/Blancanieves está realizando y obliga a su amante a que la asesine, pero la niña logra escapar de sus brazos y huye hacia el bosque.
Uno de los días es encontrada por unos enanos toreros en plena gira circense y se suma al grupo. A Carmen/Blancanieves le corre el taurismo por la sangre. Es algo innato en ella, por lo que rápidamente pasará de acompañante prófuga a ser la principal atracción del espectáculo.
Pero un día Encarna percibe quién es la bella Blancanieves que toreará en la plaza mayor y ahí se desplegará su sangrienta venganza.
En una manzana, tan amarga como el veneno que le colocó, Carmen/Blancanieves caerá en un profundo sueño, del que por más que intenten despertarla nada pasa.
Lo novedoso del enfoque propuesto por Berger es narrar una vez más el clásico cuento incorporando la imaginería popular española relacionada a su música y al espectáculo de las corridas de toros.
Además la elección de filmar en blanco y negro, con una bellísima fotografía, como así también de contar todo sin diálogos, a modo de old movie, en sus primerísimos planos detalles y una banda sonora plagada de coplas y flamenco, potenciarán la transgresión de la propuesta. Una nueva oportunidad para perderse en un filme mágico e hipnotizante.