Biutiful

Crítica de Kekena Corvalán - Leedor.com

Biutiful es la cuarta película de Alejandro Iñárritu (México 1963), luego de Amores Perros, 21 gramos y Babel. También ha realizado cortometrajes, uno de ellos, Powder Keg (2001), protagonizado por Clive Owen, es campaña publicitaria de una marca de automóviles y hoy forma parte de la colección del MOMA de Nueva York. Para los interesados, pueden verlo en este link: http://youtu.be/FgOOU0z_Pik, donde el director confirma una de sus maestrías cinematográficas: la fotografía.

Biutiful es un film de muy buen nivel cinematográfico, que consolida a Iñárritu como uno de los mejores directores contemporáneos. Compite en los Oscar como mejor película extranjera, junto, entre otras con la canadiense Incendies y la griega (recomendadísima) Colmillo.

Si bien es mexicana por su factura, es totalmente española por sus intérpretes, historia y ambientación. Pero es una historia de extranjeros y de fronteras, de seres que están de paso, en territorios indefinidos, aunque se sitúen en Santa Coloma.

Que Barcelona es una ciudad fuera de serie no lo descubro yo. Es la reina de Europa, y ha tenido numerosas películas. Entre ellas, los homenajes de Woody Allen (Vicky, Cristina, Barcelona) y Pedro Almodóvar (Todo sobre mi madre).

A nivel actoral la película ofrece un elenco destacable y ciertas particularidades interesantes. Protagonizada por Javier Bardem (Las Palmas de Gran Canaria, 1969), cosechador de todos los premios: Cannes, BAFTA, Goya, Globo, Oscar… cuya larga trayectoria es bien conocida.

Un dato para destacar, lo acompaña Maricel Alvarez, actriz y coreógrafa argentina que debuta en cine, proveniente de una de las experiencias más interesantes de las artes escénicas latinoamericanas potsdictadura: El Periférico de Objetos, trabajando con este grupo en La última noche de la humanidad y Manifiesto de niños. Ha sido dirigida entre otrxs por Rubén Szuchmacher, Emilio García Wehbi, Laura Yusem y Villanueva Cosse.

Se trata de una película intercultural. ¿O deberíamos decir transcultural? ¿o poscultural?. Esta película de Iñárritu pone en evidencia que el cine comercial afirma este fenómeno de la globalización. Por eso mencionamos los papeles secundarios, pero muy llamativos, de orientales y africanos: en el papel de Ilgé a DIARYATOU DAFF (Louda, Senegal, 1978) seleccionada de un casting de 3000 mujeres africanas y los dos actores chinos Cheng Tai Shen y Luo Jin.

Una particularidad es la presencia de dos coguionistas argentinos, uno es Armando Bó nieto del director de cine, el otro Nicolás Giacobone, del ámbito de la literatura.

La armadura de clave de esta película es el melodrama, actualizado a los tsunamis del dramático contemporáneo. Una línea muy interesante y a la que hicimos referencia es la de la mirada poscolonial, que implica desplazar lo fronterizo al centro de la escena (Barcelona se convierte en una ciudad chino-africana), el explotador es un español tierno y fracasado, padre de dos niños que quedarán huérfanos, hijo de un anarquista que huye a México. Pero, la mirada posromántica se devora absolutamente toda sensibilidad, todo rasgo moderno, todo final feliz.

Biutiful además, nos permite disparar la idea también contemporánea de la belleza sórdida. Sórdido, en su raíz etimológica, es sucio. La poética de estos personajes está marcada por lo sucio, la mancha, la mezcla. Desde el orín de Uxbal, hasta el estado en que se encuentra su hogar de padre de familia. Desde el sótano del trabajo esclavo hasta el techo tachonado de manchas negras (mariposas). Es una Barcelona terriblemente bella, pero terriblemente sucia.
Así le damos otro vuelo al término Biutiful, palabra manchada también, en su pureza lingüística, por la contaminación del latino y del español, en la lengua padre y monolinguísmo del rey dueño de casa, que explota y cuida a todos el resto del tercer mundo y su heteroglosia.

Solo un momento no está manchado y es de una blancura ominosa, el de la nieve, de la secuencia que abre y cierra, limbo, nacimiento y muerte.

La película ha despertado hasta ahora todo tipo de críticas. Iñárritu sigue siendo un residente, y sigue retratando el caos y la irracionalidad como fenómeno constructivo de la cotidianeidad urbana. Pero también hay en esta historia triste algo de alegría, de reconocimiento, de esperanza. Algo nos angela en este tercer mundo expandido a todos los rincones, y es la certeza de los vínculos, quizás el verdadero meollo de la película.