Betibú

Crítica de Paula Caffaro - CineramaPlus+

Betibú, la segunda película de Miguel Cohan, es un policial negro, el cuál como lo ha confirmado su director, mantiene los márgenes de la previsibilidad pero al mismo tiempo se atreve a ciertas licencias estilísticas propias de quien lo realiza. Remitirse a temáticas de género siempre lleva a lugares de conflicto que intentan determinar cuál es la posición legitimadora y, por ende, absolutamente verdadera. Por eso, es que la aclaración de Cohan acerca de sus licencias no es poca cosa. Correrse del lugar seguro que proporciona la previsibilidad genérica es un riesgo, pero en este caso particular asumir ese riesgo valió la pena.

El cadáver de un importante empresario irrumpe la escena periodística nacional y en el silencio profundo de la muerte, solo ha dejado espacios en blanco, una antigua foto desaparecida y millones de enigmas aparentemente sin resolución. “Betibú” explora de manera eficaz el mundo interno de las redacciones periodísticas y allí, el complejo entramado de lo nuevo y lo viejo, de la tecnología y lo analógico, de las posibilidades de conseguir datos y, sobre todo, las formas de acceso a la verdad y las fuentes certeras. En un mundillo donde el poder es la jerarquía principal, desenvolverse por derecha, a veces, no es la mejor opción. Será vía métodos alternativos y circuitos cerrados por donde, finalmente, “el muerto hable”.

Con imponente mirada femenina encarnada en la piel de Mercedes Morán, Norit Iscar o Betibú (como deseemos llamarla) es la pieza fundamental para la resolución de este crimen que esconde secretos íntimos anquilosados en un pasado oscuro que difícilmente será posible reconstruir, al menos por el lado de los hechos verídicos. Norit es novelista y como tal su alma ansiosa de aventuras, esta vez, la alejan del plano de la imaginación y la ubican en el centro físico de la escena del crimen. Buscar ese detalle específico que nadie más que ella puede ver es la clave para comprender el desarrollo de este filme dinámico y profundo, que tratando grandes temas como el retiro profesional o el abuso sexual infantil, entre otros, no intenta ser moralista.

Con personajes que van más allá de lo que impone el policial, Cohan los dota de humanidad y de rasgos locales particulares que los nutren armónicamente alejándolos del maniqueísmo acartonado de cierto cine de género. Gracias a esta caracterización es que se hace visible el pensamiento apoyándose en la técnica cinematográfica, las hipótesis cobran vida y las elucubraciones metódicas se traducen en acciones concretas. Así como alguna vez vimos en el cine conspirativo de los años ’70, “Betibú” logra capturar cierto estilo de aquella atmosfera con la salvedad de las distancias que los separan, no sólo cronológicas sino geográficas y políticas.

Por Paula Caffaro
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