Beatles

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Con varias películas en su haber Peter Flinth construye en “Beatles” (Noruega, 2014) una épica iniciática sobre un joven llamado Kim (Louis Williams), su pasión por The Beatles y la música, la amistad, y su primer acercamiento al amor.
Kim es adolescente y mientras busca su identidad se reúne diariamente con tres compañeros del colegio a escuchar música y a imaginarse dentro de una consagrada banda que le permita expresarse artísticamente.
Durante el año se reparten entre sueños, las tareas escolares, alguna que otra picardía como robar las insignias de los automóviles (que lo marcará en el desarrollo de la historia) y en cumplir con las obligaciones que les imparten sus padres.
Pero cuando en el verano se dejan de ver por un tiempo por el receso escolar, cada uno emprende un camino de aprendizaje diferente, y en el caso de Kim, su primer acercamiento con el sexo opuesto, casual, en un cine, le harán comenzar a ver de otra manera sus prioridades.
Así será como al volver a clases, y con el recuerdo aún fresco de su “conquista” en la proyección de “Zorba El Griego”, una nueva compañera llamada Cecile (Susane Boucher) le disparará los deseos más profundos.
Flinth adapta el best seller de Lars Saabye Christensen con una impronta estética que acerca al filme, en algunos pasajes, a una publicidad de gaseosa cola, pero que rápidamente supera esto al volver a la explicitación de los deseos de los jóvenes que a través de la música necesitan aferrarse a algo para generar su identidad.
“Beatles” intenta acercarse a aquellos filmes que bucean en el paso a la adultez y en la transformación de los niños a partir de hechos históricos o situaciones particulares que los cambian como punto de partida.
Pero justamente la principal falla del filme es que nunca a los protagonistas les pasan cosas importantes, si quizás uno de los amigos ve cómo sus padres se separan frente a sus ojos, u otro ve como el negocio familiar, próspero y creciente, se derrumba ante la llegada de una cadena de supermercados frente al mismo, pero no mucho más que eso.
La apelación a la música de The Beatles sirve como trasfondo o contexto, porque si bien en un inicio cada uno de los cuatro amigos es identificado con la incorporación de trazos gráficos con uno de los miembros de la banda de Liverpool, rápidamente esto es olvidado desde un guión que busca generar una mística que nunca termina de cerrar.
“Beatles” podría haber sido un gran filme sobre el paso de la adolescencia a la adultez, con miedos, titubeos, leves tropiezos y el descubrimiento de la piel del sexo opuesto, pero se termina mostrando como una mera réplica de fórmulas foráneas que nada nuevo aportan al panorama cinematográfico actual.
Hay un dejo nostálgico, por recuperar las historias entrañables de amigos que aman compartir y también disfrutan de los mismos gustos, pero también mucho estereotipo que en vez de sumar, resta. La factura es correcta. La dirección es sobria, pero poco jugada, porque si hay algo en “Beatles” es mucha rebeldía, que se decide que sea más explicitada verbalmente que en la puesta, que atrasa y que podría haber jugado mucho más con contrastes y principalmente con una identidad propia del país del que proviene, pero prefiere quedarse en una zona de confort que no la favorece.