Bajo el sol

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

REPETICIONES DE UNO MISMO

Sasa, ya vestido en su uniforme militar, canta una especie de canción de rock cuando transita en su auto por la carretera vacía; Iván, por su parte, toca la trompeta en una banda mientras sus amigos toman cerveza. Las escenas avanzan y se suceden con alternancia, como una suerte de plano/contraplano construido por imágenes y música, sin diálogo. Entonces, Sasa quiebra esa cadencia, cuando interviene en el espacio de Iván para llevarse por la fuerza a su hermana, la novia del joven.

Ambas miradas vuelven a responderse pero ahora privilegian el contraste auditivo: la música a todo volumen del auto frente al silencio o jadeo de Iván mientras corre por la ruta con la trompeta en mano. El director Dalibor Matanic insiste en aunar esos mundos para subrayar de lleno su lógica: las distinciones no sólo se manifiestan en los orígenes (serbios y croatas), sino y por sobre todas las cosas, en las decisiones frente a aquellas diferencias.

Quizás por esta razón, el director se vale de los mismos actores para desarrollar tres historias a lo largo de 20 años (Jelena e Iván, 1991; Natasa y Ante, 2001 y Marija y Luka, 2011), cuyo vínculo es el amor en sus variados niveles.

La repetición se mantiene tanto en la pareja protagonista como en la mayoría de sus entornos afectivos. Jelena/Natasa/Marija (Tihana Lazovic) está acompañada por la madre y circula la figura del hermano; con Iván/Ante/Luka (Goran Marokovic) aparece el padre, la madre o ambos. Al mismo tiempo, se trabajan algunas conexiones entre las historias. Por ejemplo, cuando Luka pasa por el cementerio y se ve una tumba que refiere al primer relato.

Otra cuestión interesante es el uso de espacios o elementos que contienen detalles que anticipan lo que va a venir. En el primer caso, casas vacías, abandonadas o destruidas que son el escenario del encuentro entre ambos; en el segundo, los autos por las rutas o los caminos en sí mismos.

El título Bajo el sol no evidencia sólo una poética del amor, sino el punto de reconocimiento de ambos tanto en su singularidad como en conjunto; una condición natural, que les quita el peso de la procedencia y del deber para volverlos etéreos y a un estado más esencial: al deseo entre un hombre y una mujer.

Por Brenda Caletti
@117Brenn