Bajo el mismo cielo

Crítica de Matías Lértora - Cines Argentinos

Soy fan de Cameron Crowe, dato fundamental para tener en cuenta al leer esta reseña.
Lo que no quiere decir que todo lo que haya hecho me gustó. Es más, sus últimos dos films dejaron bastante que desear pese a sus buenas intenciones, sobre todo Elizabethtown (2005).
Y al igual que esos dos últimos trabajos, este estreno tampoco es bien recibido por la crítica y el público de Estados Unidos.
Dicen que Crowe “perdió su toque” y puede que tengan razón. Ahora bien, lo que yo digo es que no siempre se pueden dar joyas. Say Anything (1989) hay una sola y es el retrato perfecto de coming of age movie solo superada por Almost Famous (2000) que era nada más y nada menos su magnífica autobiografía.
Claro que Jerry Maguire (1996) es otro clásico indiscutido y aunque Vanilla Sky (2001) fue aclamada también es verdad que es la menos personal de sus obras por tratarse de una remake.
Con Bajo el mismo cielo (pésimo título que reemplaza el significativo Aloha) Crowe vuelve a hacer otra vez lo que sabe hacer mejor: darle un significado a las relaciones y el lugar que las personas ocupan en nuestras vidas.
El espectador tranquilamente puede hacer ese correlato y sentirse identificado con los personajes, porque más allá de lo pintoresco de sus profesiones (militares, pilotos, ingenieros de la NASA) Crowe creó personas con sentimientos y ambiciones totalmente reales.
Para ello eligió un elenco soñado encabezado por los actores del momento tales como lo son Bradley Cooper y Emma Stone. Ambos en un tono de comedia romántica que sobresale del registro de la película en general, lo que puede chocar par algunos.
Rachel McAdams está muy bien pero no tanto como quien hace de su pareja: John Krasinski. Las intervenciones de su personaje -que prácticamente no habla y expresa todo con miradas y gestos- no tienen desperdicio alguno.
Obvio que no se puede dejar de mencionar al siempre genial Alec Baldwin pero nos ponemos todos de pie cuando entra a escena el eterno Bill Murray. Su mera presencia legitima todo.
En cuanto al guión, el espectador puede encontrarse un poco perdido en cuento a la clave del mismo al principio pero una vez que se entra en sintonía no va a querer que la película termine.
Es esa sintonía la que determinará si el film gusta o no. Aquí no hay grises, es una historia que te pega o que no te pega, pero si lo hace el golpe es fuerte.
Una vez más Cameron Crowe nos recuerda el motivo por el cual amamos el cine: por sus historias y por lo que transmiten.
Esta no será la mejor historia de Crowe, pero sin duda es tan magnífica como sincera. Algo que en el cinismo del cine escasea bastante. Aloha para todos.