Baby: el aprendiz del crimen

Crítica de Walter Pulero - Cinergia

Baby Driver es la mezcla perfecta de acción, romance, comedia, drama y sobre todo muy buena música. Y si bien la historia de Edgar Wright no es 100% original, logra una refrescada a esas películas sobre ladrones de bancos, lo que lo transforma en uno de los realizadores más sólidos de su generación, y quien se permite deambular por varios géneros cinematográficos saliendo exitoso de todos ellos. En esta ocasión el cineasta logra de forma grandiosa combinar el homenaje a films clásicos con su estilo personal.

Comencemos por Baby. Él es un joven chofer profesional que se dedica a ayudar a ladrones a escapar, para también él poder huir de ese estilo de vida y de una cuenta que tiene pendiente. Sufre de tinnitus, una condición donde constantemente tiene zumbido en un oído, por lo que siempre se encuentra escuchando música para poder sofocar dicho sonido y concentrarse.

Por el lado de los protagonistas, Ansel Elgort realiza un trabajo actoral descomunal, logrando los matices necesarios para conocer la personalidad de Baby en los momentos en los que se encuentra en su casa, cuando responde a su jefe delictivo Doc (un gran personaje encarado por Kevin Spacey), o cuando se cruza con Debora (Lily James).
El conjunto de actores que secundan a Baby es de igual modo fenomenal. Son todos personajes que cuentan con su propio nivel de locura, donde vemos muy buenas interpretaciones de Jon Bernthal, Jon Hamm, Eiza Gonzalez, Sky Ferreira, Lanny Joon, Jamie Foxx, entre otros.

Párrafo aparte merece la dupla Elgort-James, quienes muestran en el film una química que no es habitual ver en cine. En Baby Driver logran un buen ejemplo de una pareja que logra traspasar la pantalla.

Y un último personaje indiscutido es la banda de sonido de la película. Aprovechando el problema que presenta Baby, se nutre de clásicos que ayudan a la trama, haciendo que la música se “mueva” alrededor de ella. Incluso todo lo que sucede en la película se encuentra de alguna forma sincronizado al ritmo del soundtrack montado por Wright, donde incluye canciones de Queen, Barry White, The Beach Boys, The Commodores, Beck, entre otros.

Otro aspecto importante de Baby Driver es la acción, partiendo de la escena de inicio donde Baby espera en su vehículo al grupo de delincuentes a que terminen con el robo, la cual ya marca la identidad por la cual transcurrirán los 113 minutos de película. Luego, cada cinco minutos, el espectador se verá obligado a colocarse su cinturón de seguridad porque el acelere no se detiene. Sobre todo a lo que persecución automovilística se refiere.

Baby Driver resultaría perfecta si tal vez Wright no hubiera intentado acomodar tantas fichas en el tercer acto. Es posible que por un momento se sienta un poco largo ante tantos falsos finales, justo cuando ya se siente en puerta el desenlace.

Pero solo ese traspié no mancha a un film intenso, cargado de adrenalina, buenas decisiones actorales y musicales. Baby Driver es una grata sorpresa entre tanta falta de originalidad y propuestas decadentes de los últimos tiempos. Es un espectáculo cinematográfico y con el sello de Edgar Wright.