Baby: el aprendiz del crimen

Crítica de Alexis Puig - Infobae

Acción, humor y adrenalina en "Baby: el aprendiz del crimen"

Esta cinta de Edgar Wright está construida sobre la base de una banda de sonido poderosa que acentúa la experiencia fílmica

Baby es un joven conductor, especialista en fugas. Tiene un problema en su oído, un molesto y constante zumbido que combate con auriculares y música estridente. Cansado de trabajar en el mundo del crimen y enamorado de la chica de sus sueños decide hacer un último trabajo antes de retirarse, claro que esta misión final no será nada fácil.

La cinta es explosiva desde su inicio, adrenalina pura que se huele antes de los títulos de inicio. Olvídense de Rápidos y Furiosos, las secuencias de persecuciones en autos aquí funcionan como un pistero ballet, coreografiado y montado al ritmo de una gran banda de sonido.

Ansel Elgort, el protagonista, tiene mucho carisma, logra empatizar rápidamente, y es desde su mirada que seguimos la "tarantinesca" trama. Hay un homenaje a clásicos de este subgénero como la setentosa Driver o la más cercana Drive, pero a diferencias de estas el clima festivo y de humor descomprime la trama criminal con gran efectividad.

Los actores secundarios, muy bien elegidos, acompañan al protagonista y tienen peso propio, enorme Kevin Spacey como Doc el irresistible jefe criminal y sobre todo Jaime Foxx en la piel del matón Bats, un personaje tan peligroso como querible.

Es sin dudas una película pochoclera para disfrutar, pero además la obra de un cineasta/autor que no menosprecia el género y que gracias a una vuelta de tuerca y originalidad lo reformula plano tras plano.

Precisa y sofisticada, pone quinta a fondo y no frena hasta el último fundido a negro.