Asesinato en el Expreso de Oriente

Crítica de Martín Goniondzki - Cinéfilo Serial

Llega una nueva adaptación del clásico de Agatha Christie que tiene como personaje central a uno de los detectives más famosos del mundo, Hercule Poirot.

“Asesinato en el Expreso de Oriente” es un clásico de la literatura de misterio, pergeñado por la gran Agatha Christie en 1934. Como sabrán, la novela cuenta con dos adaptaciones previas, un telefilm de 2001 donde Alfred Molina componía al mítico detective, y la que considero la mejor adaptación hasta la fecha que es el film de 1974 dirigido por Sidney Lumet (“Tarde de Perros”, “Serpico”) y protagonizado por Albert Finney.

Aquella película del ’74 fue aclamada por la crítica y tuvo 6 nominaciones a los premios Oscar, llevándose el de Mejor Actriz de Reparto por la labor de Ingrid Bergman. Tanto esa adaptación como la que hoy nos convoca cuentan con elencos estelares que dotan al relato de cierto atractivo interpretativo, y cabe destacar que ambas cintas funcionan como adaptaciones logradas. No obstante, este relato queda relegado a la sombra del de Lumet por algunas cuestiones narrativas y decisiones del director.

En la nueva versión el encargado de llevar el universo concebido por la escritora británica es ni más ni menos que su compatriota Kenneth Branagh (“Henry V”, “Frankenstein”, “Hamlet”), un director a primera vista perfecto para la enorme tarea de volver a llevar al detective belga a la pantalla grande. El guion corrió a cargo de Michael Green, quien tuvo un excelente año con muy buenos trabajos en “Blade Runner 2049″, “American Gods” en la TV y “Logan” en el universo cinematográfico de los X-Men. La combinación Branagh/Green no falla, pero tampoco llega tan lejos como uno podría pensar.

Para los que no están familiarizados con el relato, la película cuenta la historia que transcurre arriba del legendario tren Orient Express, donde tiene lugar un asesinato y el detective Poirot se ve obligado a salir de unas aparentes vacaciones para tratar de desentrañar el misterio que circunda alrededor de una extraña muerte donde hay varios sospechosos. Una intriga, un muerto, un espacio cerrado y la presencia de varios desconocidos terminan de conformar el escenario donde se va a desarrollar la acción.

El largometraje cuenta con estructura clásica hecha y derecha compuesta por tres actos bien delimitados. En una especie de prólogo, se nos presenta al detective que se encuentra terminando de resolver un robo en Medio Oriente. Con cierto aire cómico y buscando innecesariamente la complicidad del espectador, uno termina conociendo a esta versión moderna de Hercule Poirot, donde mantiene ciertas características del personaje original como por ejemplo su obsesión por el orden, su método deductivo y su tranquilidad a la hora de considerar todas las pistas posibles. Nunca se apresurará a establecer una teoría y siempre sus sospechas y/o certezas serán informadas en el final del relato. Sin embargo, en este film se le imprimió un sentimiento de megalomanía, convengamos que nunca fue modesto, pero tampoco llegó a considerarse “El Mejor Detective del Mundo”. Por otro lado, también se lo ve como un personaje sin grises donde las cosas están bien o mal (moralmente hablando) y quizás su visión tanto en el libro como en la versión de Lumet no era tan así.

Luego de aquel prólogo introductorio, la acción nos llevará a Estambul, donde se le comunica al detective que tiene que ir inmediatamente a Londres por un caso a resolver. Así es como acude a su amigo Bouc (Tom Bateman) para conseguir un lugar en el impresionante Expreso de Oriente. Será ahí en la estación donde se nos irán presentando algunos personajes mediante un gran plano secuencia que describe el movimiento del protagónico de Branagh desde que llega hasta que aborda el tren. Otros los vimos previamente en pequeñas escenas de presentación, y el resto los terminaremos de conocer una vez que el relato nos lleve arriba del transporte de lujo.

El segundo acto, y quizás el más interesante, es luego de que se produce la muerte (no profundizaré demasiado en detalles para los que no conocen la historia) y Poirot es impulsado por su amigo para que tome el caso. Es así que el protagonista procederá a investigar a todos los pasajeros del tren mediante una serie de interrogatorios/entrevistas que respetan en mayor medida el espíritu de la novela. Si bien como es lógico se producen algunos cambios, la esencia se mantiene.

Será durante el desarrollo que seremos testigos de la excelente dirección de fotografía de Haris Zambarloukos (“Thor”, “Locke”), un gran trabajo de vestuario y dirección de arte para la reconstrucción de época y un buen trabajo interpretativo por parte del multiestelar elenco reunido para la ocasión. La principal falencia de la película tiene que ver con el último tramo del film y algunas decisiones que toma el director. Si bien la obra es más que digna y atractiva, Branagh provoca una suerte de corrimiento del género, impulsando más el drama que el misterio o el suspenso producto del modus operandi detectivesco/policial. Además, la dicotomía por la que atraviesa el protagonista producto de su inquietud moral en el final del relato, le resta importancia a la investigación y vuelven al asunto más teatral y catártico en vano.

Esa quizás es el arma de doble filo del largometraje de Branagh. La teatralidad producto del bagaje shakesperiano del director resulta contraproducente en cuanto a la intriga y la tipología genérica, pero por otro lado es eso lo que hace que el director pueda dotar al film de una agraciada dirección de actores.

Al igual que en la película, tenemos dos opciones/formas de ver el relato. Una más sencilla y una un poco más compleja. La primera es ver al film como una agradable y entretenida propuesta que podría haber sido mucho más pero que sin embargo, no defrauda. Una cinta con una lograda estética, un sublime manejo de cámara y un elenco a la altura de las circunstancias, donde seremos testigos del retorno de Hercule Poirot. La otra opción es verla como una obra a la sombra de su homónima de 1974, con una tendencia a la sobreexplicación, una narrativa que sufre un poco la falta del thriller, entre otras cosas. No se ustedes, pero yo me quedo con la primera opción.