Anomalisa

Crítica de Enrique D. Fernández - A Sala Llena

Los amantes pasajeros.

Considerando su provisorio alejamiento del circuito cinematográfico (después de que lo criticaran por incursionar como director en la arriesgada tragicomedia Synecdoche, New York), el regreso de Charlie Kaufman a la pantalla parecía generar demasiadas expectativas en el ambiente. Durante su primera realización quedaba demostrado que los intereses de la audiencia favorecían al populismo, ignorando las ambiciones de un elocuente como Kaufman, catalogado como demasiado intrincado para el entretenimiento. Rodeado de adaptaciones dirigidas a sectores consumistas, esta vez Kaufman prefiere volverse minimalista para desenvolver sus obsesiones mediante personajes animados que atraviesan conflictos adultos.

La historia de Anomalisa (firmada bajo el seudónimo Francis Fregoli) estaba pensada como una pequeña representación con actores teatrales, hasta que finalmente algunos allegados convencieron a Kaufman de transformarla en un largometraje con animaciones. Evadiendo a los estudios de renombre que elaboran películas destinas al mainstream, Anomalisa fue concebida gracias a la plataforma Kickstarter, una organización pública que colabora financiando emprendimientos artísticos sin interferir en las decisiones de sus autores. Para concretar semejante proyecto, Kaufman terminaría asociándose con el cineasta Duke Johnson, un especialista en la técnica del stop motion que durante su carrera supo desarrollar diferentes productos con este formato.

Michael Stone (David Thewlis) es un reconocido escritor de libros de autoayuda para rubros empresariales, quien emprende un viaje de negocios con destino a Cincinnati. Mientras aguarda para presentarse en una conferencia de ejecutivos, Michael es hospedado en un hotel donde conoce a Lisa Hesselman (Jennifer Jason Leigh), una empleada que idolatra sus consejos para beneficiar a la clientela. Escapando de sus responsabilidades como hombre de familia, Michael decide animarse a la aventura romántica, primero intentando retomar una relación abandonada y consecuentemente apreciando la sensibilidad de una desconocida como Lisa.

El protagonista de este relato es independiente de los personajes autobiográficos que anteriormente nos reenviaron a Kaufman (recordemos al guionista bloqueado de El Ladrón de Orquídeas y al dramaturgo deprimido de Synecdoche, New York), aunque su melancolía demuestra que el neoyorquino continúa enfocándose en los problemas introspectivos del hombre contemporáneo que se psicoanaliza. La inseguridad de Michael intentará replantearse las frustraciones de una realidad que lo condiciona a desmotivarse (diferente al proceso de Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, donde un inconsciente que resiste para conservarse, termina defendiendo su memoria).

Sorpresivamente Anomalisa se desprende de la narrativa rebuscada que caracteriza a Kaufman, aunque durante el desarrollo reconocemos la comicidad de su intelecto y determinadas instancias surrealistas. Pareciera que su arquitectura (previamente dirigida con conocimiento por Spike Jonze y Michel Gondry) prefiere dedicarse a una metodología ordinaria, instalando maniobras interesantes (el resto de los personajes son interpretados con diálogos de Tom Noonan). La búsqueda de sinceridad, en una industria dominada por emociones artificiales, parece encontrar con Anomalisa una propuesta que reconforta al inanimado panorama que padecemos.