Anomalisa

Crítica de Diego Papic - La Agenda

¿Quieres ser John Malkovich? fue sorprendente: sin dudas su historia, a la que el adjetivo que mejor le cabía era el de “original” en el sentido más profundo y cabal del término, era la virtud mayor de una película que después sí contó con la pericia de Spike Jonze en la dirección y la habilidad de un puñado de actores que se prendieron en el juego.

Después Kaufman se sintió obligado a redoblar la apuesta de la originalidad pero sin la sorpresa se transformó en un plomo: historias demasiado retorcidas en las que uno podía imaginar al propio Kaufman sentado en una mesa inventando delirios. De la misma manera que suele ser más talentoso el director que logra ocultarse detrás de su creación sin desaparecer por completo, Kaufman me hizo notar que puede existir el guionista demasiado ansioso por encandilarnos con sus vueltas de tuerca y sus historias esforzadamente complejas.

Y con esa desconfianza por Kaufman entré a ver Anomalisa, una película que ya desde el título es “rara” porque además está hecha en stop motion -animación con muñequitos- pero el mundo que retrata no es imginario sino que es el nuestro: vemos la llegada del escritor Michael Stone a Cincinnati para dar una charla, el aeropuerto, su viaje en taxi, su llegada al hotel. Y es rara, también, porque salvo la voz de él que es la de David Thewlis, todo el resto de los personajes -incluídas las mujeres- están interpretados con la voz de Tom Noonan.

Pero más allá de estas cosas, que nos ponen en alerta y en estado de curiosidad desde el principio, la historia que nos cuentan es sencilla: Stone está en un breve viaje de trabajo y sabemos que no está conforme con su vida amorosa -tiene una mujer y un hijo a los que no quiere demasiado- y quiere aprovechar la visita a Cincinnati para reencontrarse con un viejo amor.

La película transcurre en su mayoría en esa misma noche, en la que Stone conoce a una mujer que le va a parecer la llave a una vida diferente. Y esa mujer, Lisa, está interpretada por Jennifer Jason Leigh en un laburo tan sorprendente que bien podrían haberla nominado al Oscar sólo por poner su voz acá en lugar de por poner su cuerpo para que la golpeen en Los ocho más odiados.

Hacia el final, Anomalisa sufre de algunas “kaufmaneadas” un poco innecesarias, pero no se pierde en esos laberintos. El resultado es una película tierna pero no ingenua, con más de una escena memorable -Lisa cantando “Girls Just Want to Have Fun” tiene pasta de clásico- y un humor que no nos hace reír a carcajadas pero nos dibuja una sonrisa ancha, menos explosiva pero más duradera.