Anomalisa

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

LO PECULIAR SE TORNA ORDINARIO

Al principio se escucha una voz masculina clara y discernible. Luego comienzan a surgir de todos los ángulos diferentes tonos de voz, murmullos, gritos, indicaciones, charlas… un todo masificado e ininteligible que se acentúa con la oscuridad de la pantalla; la confusión del alboroto de sonidos que se devoran tanto al rectángulo negro como a la expectativa del público. Entonces, la espesura negra se vuelve blanca, en unas nubes imponentes que cubren el cielo y el avión que inicia el descenso. Por fin termina el viaje, por fin arriba a Cincinnati.

Estos primeros minutos de Anomalisa se vuelven centrales y, hasta se podría decir, funcionan como el eje de la película animada de Charles Kaufman y Duke Johnson: no sólo porque se repiten casi al final de los créditos cerrando un círculo perfecto, sino porque respaldan al tema principal, que tiene que ver con la identidad o la ausencia de ésta en tanto pérdida de los rasgos distintivos e individuales de la sociedad y del propio ser y a la cosificación.

Dichas características se refuerzan de manera permanente a lo largo del filme desde los diálogos, el aspecto de la mayoría de los personajes, de la puesta en escena de los lugares y el significado de esos sitios de paso, de la casi monotonía de las voces (idea muy interesante para exponerlo), incluso, las múltiples acciones de los personajes.

Sin embargo, a pesar del atractivo del tema y de algunos aciertos de los directores en el detalle de las puestas en escena o de la construcción de ese universo casi unilateral de voces, pareciera que ciertos elementos se contradicen.

Los cuerpos animados no presentan una figura armoniosa, la cabeza y las manos casi tienen el mismo tamaño, pero tampoco robótica. Si bien hay una intencionalidad de semejanza entre los personajes y los autómatas, ya desde el principio se aprecian una línea a la altura de la nariz y otra que rodea el rostro cual máscara, los cuerpos no terminan de ser ni una cosa ni otra; un híbrido de movimientos que más que mecánicos o inconscientes parecen torpes o desajustados.

Michael Stone (con la voz de David Thewlis) también se contrapone a sí mismo: se siente solo porque percibe al mundo como una masificación y no encuentra algo distinto. Él se diferencia de los demás por un rasgo propio pero, en un momento cuando pierde parte de su rostro en el pasillo del hotel, expone ese rasgo mecánico común al resto, aunque ese hecho sea sólo un detalle y no se profundice en Anomlisa.

Lisa (voz de Jennifer Jason Leigh), por su parte, también deja de ser la anomalía para volverse, por poco tiempo, en algo cotidiano. Pero esa brevedad le será un tanto determinante.

El círculo se cierra y el trastorno se vuelve a hacer oír. Las voces se tapan, se oponen y se asemejan hasta formar una sola más potente y algo insoportable; esa, a final de cuentas, es la que devora todo.

Por Brenda Caletti
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