Anna Karenina

Crítica de Kekena Corvalán - Leedor.com

Candidata al Oscar 2013 por producción, vestuario, fotografía y banda sonora, en la línea del novelón sentimental del clásico de Leon Tolstoi, para deleite del cine de industria de un director que sabe cómo hacerlo.

Joe Wright logra en esta versión de Anna Karenina satisfacer los más altos estándares del cine comercial (cuasi televisivo a momentos) de las grandes series históricas y épicas que tanto gustan al gran público. Así, todo lo que en la novela de Tolstoi puede ser leída en clave de un realismo crítico hacia la hipocresía de la aristocracia y los modales afrancesantes, aquí se convierte en puro recurso visual: cuidado vestuario, fotografía de muy buen nivel y una producción esmerada para contar la historia de cuernos más importante en la historia de Rusia.

Claro que para ello colaboran los tres protagonistas fundamentales. En primer lugar, Keira Knightley, que ya había tenido oportunidad de lucir un vestuario exquisito en La Duquesa y de ambientar épicas en Orgullo y Prejuicio. Acompaña Jude Law, con una caracterización interesante que lo afea oportunamente (difícil tarea, por cierto) y en la otra punta, el muy joven Aaron Johnson, quien se hizo conocido por encarnar a John Lennon en Nowhere Boy y ser uno de los protagonistas de Kick Ass.

La película bien podría pasar por una miniserie de televisión de cable bonificado, de estas que suelen tener una excelente calidad de producción, salvo que la dirección de Joe Wright se anima a cierta complejidad en el cuadro que resulta de mezclar de manera evidente el cine con el teatro. El propio Wright es hijo de dos teatristas titiriteros (John y Lyndie Wright) y tiene una importante escuela familiar al respecto. Buena parte de la película transcurre en un teatro de formato tradicional, con público, plateas y palcos, y también tramoyistas y bambalinas. Un momento interesante al respecto es la resolución de la carrera de caballos, que sucede detrás de escena, hasta la caída de Vronsky que sucede en la platea y es la definitiva exteriorización del adulterio.

Como recurso narrativo también el cruce con el teatro es una marca de esta producción: abundan las escenas que se resuelven en un plano secuencia a la manera de cambio de decorados del teatro.

Como suele suceder en estos casos, esta producción británica está nominada a los próximos premios Oscar 2013 por mejor música (a cargo de Dario Marianelli, quien también trabajó con Wright para El Solista); mejor fotografía, mejor producción y mejor vestuario. La realización de este último item recae en la diseñadora Jacqueline Durran, quien ya ha cosechado premios destacados por su trabajo en Vera Drake (dirigida por Mike Leigh), Expiación… y Orgullo y Prejuicio (también trabajando con Joe Wright).

En resumen, una buena producción que en ningún caso exime la lectura del novelón clásico, pero que puede resultar amena para un cine sin demasiadas exigencias.