Anna: El peligro tiene nombre

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

Luc Besson es definible como un director ecléctico en cuanto a temáticas, heterogéneo en cuanto a resultados, y a veces errático en su ritmo narrativo. Independientemente de esto, lo que sí podemos amalgamar en su cinematografía es la construcción y delineamiento de sus personajes. Todos, de una manera u otra, están barnizados con la misma marca, incluso tienen la extraña potestad de poder decir diálogos que de no tener a éste director detrás caerían en el ridículo.

De “Subway” (1985) a “El perfecto asesino· (1998), o de “Azul profundo” (1988) a “Arthur” y los Minimoys (2005), sus criaturas tienen ese sesgo de sufrimiento presente. Un rincón de cierta tristeza o melancolía habita en el núcleo de quienes llevan a cabo la historia. Eso sí, a esta altura es insoslayable su gusto por mujeres heroínas. El quinto elemento, Angel-A, Nikita y Lucy son los ejemplos más cabales y el estreno de esta semana, se encuentra claramente en este grupo de películas de acción en donde es la mujer la que se enfrenta a cuarenta tipos, y todos reciben su porción de roscazos, tiros y patadas voladoras. Luego de los artilugios instalados en Lucy, aquella con Scarlett Johansson, el director sube la apuesta en todo convirtiendo a Anna en otra belleza mortal. El espectador verá que al lado de ella Nikita es La novicia rebelde cuando iba al jardín de infantes, pero con un leve detalle: Anne Parrillaud presentaba un phisyque du rol mucho más creíble, además de, claro, ser una buena actriz.

Anna Poliatova (Sasha Luss) es reclutada por la KGB como agente sicario que, disfrazada de modelo, deberá cumplir con la misión de liquidar a cuanto "enemigo" de la causa se le cruce por delante. Ella va y lo hace hasta que la cosa no le cierra porque le prometieron que la largaban en cinco años, y eso no estaría ocurriendo. Anna empieza a ser contactada por un agente de la CIA que también le promete cosas, pero en el mundo de la bella agente las promesas duran poco, así que la acción se sostendrá dramáticamente por la bronca y por la injusticia.

Hay que decirlo: a esta altura de la soiré el director francés no se guarda nada en cuanto a dinámica de escenas de acción, algunas de las cuales remiten a la poética de John Woo, pero ya no se molesta en justificarlas demasiado. Los efectos, la fotografía, el sonido y las coreografías están bien hechas, sin dudas, pese a tener que conceder que una flaca de no más de 55 kilos derriba de una piña a un tipo que le saca una cabeza y media de altura.

No hay mucho más. Por suerte Besson, no es demasiado fanático de las secuelas.