Amar es bendito

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Hay en “Amar es Bendito” (Argentina, 2013) un intento por parte de su directora Liliana Paolinelli, de crear un clima romcom casi disparatado en medio de una trama de conflictos de amor entre mujeres. La naturalidad de la relación está muy lograda, pero lamentablemente con sólo eso no basta para llevar y cerrar de una manera coherente y limpia un filme. “Amar…” es una película que despierta risa y por momentos vergüenza ajena.
Porque por los temas que plantea Paolinelli no es, por ejemplo: Woody Allen (y perdonen si soy muy ambicioso o exagerado con la comparación), y bien que podríamos estar dentro de una de sus neuróticas y dinámicas películas, y mucho menos sus intérpretes (Claudia Cantero, Mara Santucho, Carolina Solari, Carlos Possentini) son el dream team que Allen diseña para cada uno de sus filmes. En “Amar…” hay una pareja, Mecha (Cantero), más racional e instrumental, y Ofelia (Santucho), la afectiva y sentimental, que está atravesando la comezón del séptimo año.
Para superar la “asfixia y la muerte” que siente en esa relación (según las palabras de una de ellas) Mecha le plantea a Ofelia la posibilidad de “abrir” la relación. Ofelia se vuelve loca y no quiere saber nada con el planteo, y mucho menos luego de enterarse que Mecha ya hace tiempo que la engaña con la bella Ana Laura (Solari).
Elipsis mediante, al tiempo Ofelia engaña a Mecha con Mario (Possentini), sí, un hombre, y allí ambas comienzan a realizar un intercambio de parejas, como un intento de salvar lo suyo, que no terminará de la mejor manera. Quizás, y siendo benevolente, con más producción (escenarios, objetos, vestuario) y con una amplitud de los planos (muy cerrados todos, que generan claustrofobia) y de los espacios (todo sucede puertas adentro), como así también la generación de diálogos más interesantes (acá las palabras atrasan años y no coinciden con la idiosincrasia que presenta Paolinelli en la pantalla) el resultado de “Amar…” sería otro, porque en realidad ya estaríamos hablando de una película completamente diferente.
Pese a todas las limitaciones anteriormente mencionadas, la naturalidad con la que construye el desparpajo y la libertad de Mecha en sus decisiones y su relación con Ofelia, se contrapone con la misoginia y violencia del personaje de Possentini (que hasta es descripto como un “conocedor” de las armas e hijo de policías).
También llama la atención dentro de este exponente del cine queer el recato y el cuidado de las imágenes que muestra (besos y caricias solapadas). A esto hay que sumarle la “irrealidad” de algunas situaciones (Ana Laura es “atropellada” por una bicicleta en la ruta, cómo son atadas en determinado momento Mecha y Ofelia) que, sumado a los saltos de continuidad, de eje y las imágenes sucias van deconstruyendo el verosímil que en algún momento “Amar es Bendito” se propuso crear.