Alma salvaje

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Si no fuese por la muy buena performance actoral de Reese Witherspoon, la no menos valorable actuación de Laura Dern, impecable en el papel de la madre, y algunos de los secundarios, “Alma salvaje” pasaría de largo sin pena ni gloria. Ya que sería uno más de la catarata de producciones sobre acciones de personajes comunes en situaciones extraordinarias buscadas y planeadas por ellos mismos, con el sólo fin de una redención.

Como ejemplo, la tontería inverosímil de “127 Horas” (2010), de Danny Boyle, la entrañable “El camino” (2010), de Emilio Estévez, y la muy buena “Hacia rutas salvajes” (“Into the wild”, 2007), de Sean Penn, las más contemporáneas, entre muchas otras representantes del subgénero de road movie a pie.

Y es el tema de la redención, del reencuentro con uno mismo, lo que une a todas estos textos fílmicos, salvo que “Alma Salvaje” además plantea la posibilidad de una cura a través de esa experiencia, idea demasiado yankee, no muy creíble para estas latitudes.

Esa “cura” que empieza como el planteo inicial, termina por confundirse con la imposibilidad de realizar el duelo por la inesperada muerte de la madre, ella se torna adicta a la heroína y cae en una gran promiscuidad sexual, buscando algo de lo perdido, y lo único que logra es destruir su matrimonio.

La historia se va desplegando a partir de una estructura narrativa progresiva, de manera clásica insertando flashbacks, con el sólo fin de justificar una toma de decisión.

Esa recurrencia hace que esos lugares confrontados, la ciudad, la naturaleza inhóspita, el desierto, se vayan configurando los distintos espacios, siendo el principal ese recorrido de kilómetros a pie atravesando montañas, que termina por expandirse hasta conformarse como un personaje de vital importancia dentro de la epopeya relatada.

Basada en una historia real, Cheryl Strayed decide caminar esos más de mil kilómetros sola, y sin experiencia, por el Sendero de las Cimas del Pacífico, que recorre el desierto de Mojave.

El principal problema, tal como le sucediera a Jean Marc Vallée con su anterior película, “El club de los desahuciados” (2013), es para el espectador poder asir la extrañamente forzada mixtura de fatuidad con un ilusorio realismo naturalista, cayendo en la obviedad más previsible.

Salvaje es el espacio que retrata, y muestra de manera maravillosa, y salvaje es el personaje humano con uña encarnada, ampollas en el pie y en el alma.

Sin embargo todo esta tan calculado que no se puede vislumbrar un solo fotograma que se desbande de los clisés más representativos del género. No aburre por la sola presencia constante de la actriz.