Alfa

Crítica de Laura Pacheco Mora - CineFreaks

Eres mi amigo fiel

La historia transcurre en la última Era del Hielo, hace 20,000 años en algún lugar de Europa. Keda (Kodi Smit-McPhee) participa en su primera cacería grupal con los cazadores de su tribu, en la que su padre es el líder; y si bien le brinda todas las instrucciones para que lo suceda, el joven cazador recorrerá un camino distinto lejos de su tribu, alcanzando una radical transformación personal. Los integrantes dialogan entre sí a través de un lenguaje ficticio, pero Keda utiliza su corazón como principal herramienta.

A partir de un suceso Keda es abandonado, por su padre y su tribu, pues lo dan por muerto. Al recobrar la conciencia se encuentra lesionado y solo, por lo que debe aprender a sobrevivir en medio de la dura e implacable naturaleza.

El verdadero maestro será otro… claro ejemplo de que con la teoría no es suficiente.

En cierto momento es atacado por una manada de lobos. Allí, su camino y enseñanza de vida comienzan cuando rescata al animal que en un principio lo ataca para luego convertirse en su mejor amigo y compañero de aventuras, cambiando así la historia en relación al comienzo de la domesticación de los animales como un cambio cultural fundamental y enriquecedor.

Ambos aprenden, se descubren y generan mutua dependencia funcionando como espejo a través de sus profundas miradas, como reflejo de sus almas. Se convierten en aliados, resisten incontables peligros y terribles dificultades para hallar el camino a casa antes que el duro invierno comience.

La verdadera comunicación no pasa por las palabras, sino por el corazón, es lo que nos quieren transmitir estos incondicionales amigos, quienes viven en otra época muy alejados de la inmediatez actual; y la pregunta acerca del idioma que están hablando desde el comienzo de la película… sobra porque termina ganando como siempre el lenguaje de los sentimientos.

La fuerza del amor de uno por el otro retroalimenta sus espíritus; Keda lo nombra Alpha y Alpha, a su vez, adopta a Keda como su dueño. En definitiva, lo que los une es el abandono por parte de los suyos al considerarlos débiles, transformándose juntos en líderes inseparables.

Una alegoría de nuestra sociedad moderna, que a pesar de sus cuantiosos avances tecnológicos -y si se quiere sociales- aún excluye a los que no siguen de manera correcta las instrucciones sobre cómo se debe vivir, relegando a los considerados “inadaptados” o con dificultades físicas o mentales, sin tomar en cuenta quizás otro tipo de habilidades que quedan descartadas al no formar parte de cierto paradigma.

También es una crítica a este sistema que pondera el individualismo a ultranza en el que hay que sobrevivir a toda costa, enfrentándonos en una competencia absurda y desigual, en donde -vaya paradoja y semejanza con las culturas prehistóricas- siempre gana el más fuerte en términos de quién detente el poder.

La propuesta del director Albert Hughes, indudablemente, es para disfrutar y ver más de una vez. La belleza y majestuosidad de las imágenes, grandiosas y encantadoras tomas visuales, tierras salvajes, el devenir de amistad entre Keda y Alpha, las propias resistencias anteriores en un sentimiento al nacer, las aventuras que fortalecen cada vez más un vínculo de confianza y protección mutua… todos estos elementos conforman una historia muy especial que no deja de asombrarnos y de identificarnos con el relato y sus protagonistas.

Un film excelente, que cuenta con una producción y dirección impecables. La fotografía es impresionante, las actuaciones brillantes, creíbles y un guion que consigue conmover hasta las lágrimas, sin subestimar en ningún momento al espectador.

Daniele Sebastian Wiedenhaupt, como guionista, nos confirma de manera clara y concisa que conoce el comportamiento de un animal y maneja de manera perfecta los tiempos que requieren tanto un animal como un ser humano para lograr esa conexión sin igual, sabe muy bien de qué está hablando, transmitiendo sutileza y sensibilidad.

Nada se compara con la mirada de un animal y para los que tenemos la gran fortuna de poder conectarnos con ese cariño tan puro no necesitamos palabras para entenderlo y sentirlo. Ellos nos enseñan el verdadero significado del amor y de la lealtad, dan todo sin esperar nada a cambio y nos aprecian sin mediar juicio alguno, refrescándonos nuestra propia naturaleza animal perdida.

En esta era de cosificación y mercantilización del ser humano, de colonialismo intelectual y de cultura hegemónica, donde transcurrimos padeciendo el dominio implacable y la asfixia por parte de la tecnología y los medios de comunicación se produce una desconexión con nuestra esencia y humanidad. Olvidamos que la respuesta siempre está en nuestro interior y buscando en cuestiones externas una solución mágica e inmediata que nos produce un desgaste enfermizo y alienante en todo sentido. Ésta es sólo una de las lecciones que nos brinda el contacto con los animales, ayudándonos con su simpleza a vincularnos con el mundo de otra manera, intuitiva, perceptiva y paradójicamente más humana.

Aquellos seres humanos despiertos y abiertos a la posibilidad de sentir felicidad plena gracias a una simple mirada de un animal cada vez son menos, probablemente por la necesidad de estar conectados a aparatos y a un click de que “eso” que buscamos suceda sin siquiera conocernos, cuando en realidad, como humanidad, deberíamos detenernos y replantearnos nuestra vida, cuestionarnos qué estamos haciendo, qué sentimos, cómo nos sentimos y elegir si queremos seguir en piloto automático o atrevernos a ser quién realmente somos.

Contar con una película como Alpha nos da el aliento para pensar que no todo está perdido y que aún, como sociedad, tenemos mucho que aprender.

Es una historia simple, honesta, para nada pretenciosa y con alma, como la vida o cómo debería ser, conectados con nuestra alma y con un final impredecible, que sabrán comprender muy bien los amantes de los animales.