Actividad paranormal 4

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

Apaguen todas las cámaras

"Actividad Paranormal 4" no está a la altura de las anteriores películas de la saga, aunque cuenta con buenas actuaciones y momentos inquietantes

Siempre se agota más rápido una idea que un negocio. Sin embargo ese principio de rentabilidad no explica del todo esta cuarta parte de Actividad Paranormal.

Hay en ella una interesante indagación sobre las cámaras incorporadas a los teléfonos celulares, las computadoras y los televisores inteligentes que en cierto modo complementa la exploración precedente sobre distintas versiones de aparatos de visión (caseros, de vigilancia o profesionales).

El concepto de que los artefactos ven lo que las personas no pueden captar a simple vista es la particular variante de lo siniestro que encontró Oren Peli en la primera película y que supieron respetar tanto Todd Williams, en la segunda, como Henry Joost y Ariel Schulman, los responsables de la tercera y de esta cuarta entrega.

No obstante, Jools y Schulman ya habían introducido una hipótesis histórica y esotérica para explicar los orígenes de la extraña entidad maligna que asedia a Katie (Katie Featherson) que la persigue a cualquier lugar adonde vaya. En cierto modo traicionaban así el principio rector de la saga de que el mal puede ser visible en sus efectos pero nunca inteligible.

Las computadoras y los celulares justifican la inclusión de una adolescente como protagonista. La estrategia comercial resulta obvia: ella es una especie de representante en la ficción del público objetivo de esta clase productos. Básicamente, alguien con quien identificarse rápido.

Sin dudas el personaje de Alex, interpretado por Kathryn Newton, reaviva la fórmula de Actividad Paranormal al menos en los primeros 30 minutos. Ella y su amigovio, también llamado Alex (Matt Shively), aceleran el paso de la acción y el ritmo de los sentimientos y las sensaciones. A esto se suma la cantidad de escenas diurnas, inusuales en una película de terror.

Pero es evidente que el hecho de contar por primera vez con una buena actriz generó un exceso de confianza en los directores. Eso se nota en la abundancia de tiempos muertos y escenas neutras, que carecen de valor narrativo y emocional.

La trama retoma el final de la segunda película en la que Katie desaparecía con Hunter, el bebé de su hermana. Ahora el niño ya tiene seis años y fue adoptado por una familia que tiene una hija adolescente. El mal vendrá de la misma tía Katie y de otro niño que se mudan a la casa del frente.

A diferencia de las películas anteriores, en la cuales la tensión crecía de manera exponencial minuto a minuto, en esta la expectativa se alarga demasiado y se desgasta el sentido de la inminencia. Pero lo más grave es la resolución, tan rápida que no da tiempo ni para asustarse.