A Roma con amor

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Commedia all’italiana estilo Woody Allen

Soy un seguidor de Woody Allen, me siento identificado con casi todos los personajes de sus películas; con el neurótico comediante Alvy Singer de Annie Hall, con el obsesionado Elliot de Hannah y sus Hermanas, el cinéfilo que busca desesperadamente el amor en Play It Again, Sam, con el nostálgico director de cine Sandy Bates de Stardust Memories y el igualmente nostálgico guionista Gil Pender de Medianoche en Paris (Oscar merecidísimo al Mejor Guion Original que me arrepiento de no haber visto en el cine). Su reciente opus aunque mantiene algunos de los quintaesénciales personajes que nunca faltan en su filmografía, se anima a narrar cuatro comedias de enredos que emulan a la perfección las grandes comedias italianas; al punto tal uno debe recordar que está viendo una película del maestro.

La Tanada

A nivel guion, esta es la primer comedia de Allen desde Todo lo que usted quiso saber sobresexo pero no se atrevió a preguntar (la única adaptación que dirigió Allen) en la que trata varias historias diferentes. La cabal diferencia entre ésta y la anterior es que en el filme de 1972 las historias van por turnos como si se tratara de un libro, y en esta Allen armó cuatro historias perfectamente desarrolladas que si bien podrían haberse narrado una a la vez, el que hayan sido mezcladas no afecta nada al disfrute del espectador. Son cuatro cuentos muy bien contados y con instancias cómicas que dejan un subtexto sobre la insatisfacción que a Allen tanto le gusta dejar en claro.

Los segmentos que se roban la película son indudablemente los de Roberto Benigni como un oficinista que se encuentra inesperadamente con la fama (y por ende con los Paparazzi) y los del propio Allen como un director de ópera retirado que encuentra un tenor de primer nivel en su futuro consuegro; el problema es que solo puede hacerlo bajo la ducha (como todos nosotros; vamos, háganse cargo). Los otros dos segmentos son un poco más flojos pero salvados por los personajes carismáticamente desarrollados de Alec Baldwin en uno y Penélope Cruz en otro.

El Resto

A nivel actuación dio gusto ver al maestro Woody interpretando a su arquetípico neurótico, inseguro y con temor a los aviones. Me encanto ver a Jesse Eisenberg más allá de Mark Zuckerberg, aunque creo que era muy joven para el rol que encaraba. Lo mismo va para Ellen Page. Alec Baldwin se roba la película como un arquitecto exitoso, que sirve como una suerte de mentor del personaje de Eisenberg. Penélope Cruz entrega a una prostituta con corazón de oro, recordable a la Mira Sorvino de Poderosa Afrodita (también de Allen), que en más de una ocasión me hizo pensar “Bardem, you lucky S.O.B.” Pero el que diría que se roba la película es el querido Roberto Benigni, que bajo la dirección de Allen uno se olvida que fue el mismo tipo de La Vida es Bella y el fiasco de Pinocchio. Allen le dio un muy necesitado RPC a su veta cómica y demuestra, que con un buen personaje (como su Leopoldo Pisanello) y una historia sencilla, Benigni consigue un factor identificatorio con el espectador que más de un actor (incluso los que ganaron un Oscar como él) quisiera tener.

De la técnica no puedo decir mucho más que una buena fotografía que más allá de su paleta otoñal no atrae más atención sobre sí misma de la necesaria, hay poca cobertura de planos y cuando no, solo un plano general con zoom; cosa a lo que Allen nos tiene acostumbrados. Eso sí, quiero destacar la música original; cosa rara en un film de Allen ya que casi siempre se inclina por el Jazz (música que él toca) o la Ópera para musicalizar sus películas. Pero lo movedizo de la partitura ayuda mucho a subrayar las cómicas acciones de la película.

Conclusión

Aunque cabe decir que los incondicionales de Woody disfrutaran de este nuevo título, los que no lo son tanto podrían querer echarle una mirada; sobre todo los que son versados en comedia italiana de las que se hacían en los ’60s y ’70. Es un Allen similar, pero a la vez distinto.