La ciambra

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

Pío recorre el irregular territorio de la Ciambra con la seguridad de un adulto. Con el cigarrillo en la boca, la campera de moda y un inquieto magnetismo, su escurridiza figura atraviesa esa zona marginal de Calabria donde conviven el intermitente orden de los carabinieri y el permanente caos de las diversas comunidades. El director Jonas Carpignano, nacido en Nueva York y criado en Italia, capta con energía vibrante y subterráneo lirismo la vida de gitanos, inmigrantes africanos e italianos del sur en esa convivencia marcada por robos, lealtades y celebraciones. Pío mira ese mundo con sus acuosos ojos de niño adulto mientras la cámara lo descubre a él, lo sigue pegado a su espalda, adherido a su suerte.

Luego de su primer largometraje, Mediterránea (2015) -la odisea italiana de un grupo de refugiados africanos-, Carpignano no pierde nada de la impronta documental en La Ciambra y se afirma en el entorno de Gioia Tauro: esta vez elige seguir la perspectiva de Pío, sus ansias de crecimiento, su natural instinto para la supervivencia. Con la voluntad de quien define una identidad propia sin perder la herencia del pasado, el director se apropia de ese sentir moral del cine italiano de posguerra para combinarlo con la energía del nuevo milenio, su nocturnidad bulliciosa y sus personajes desafiantes. Como parte de un despertar, Pío y su familia de gitanos irrumpen en el cine con la fuerza de la más cruda realidad.