7 deseos

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Después de la primera secuencia, y a partir del salto temporal que aplica, se huele un filme cuya estructura parecería ir en dirección a “Jumanji” (1995), y si bien algo de este pronóstico se cumple no es al ciento por ciento.
Esto se debe a que, en primer lugar, la original estaba dirigido a la platea infantil, la actual, en cambio, se dirige directamente a derretir cerebros de los adolescentes entre 14 y 17 años.
Para ello le suma a un guión paupérrimo, cierto tipo de hurtos a otras películas de adolescentes yankees o del género del terror, a saber “Destino final” (2000), y sazonarla sin ningún criterio con algunos ingredientes de “Chicas pesadas” (2004), conformando una gran ensalada sin un sabor definido. Lo que termina por ser nada.
La historia se centra en Claire Shannon (Joey King) (de niña testigo presencial del suicidio de su madre), que en la actualidad, con 17 años, trata de sobrevivir a su propia desgracia de la edad por la que atraviesa; y en Su padre, Jonathan Shannon (Ryan Phillipe), al cual la misma desgracia lo dejo fuera de la vida. Sobrevive de buscar objetos en la basura de los ricos para vendérselo a los pobres de clase media yankee y logra simultáneamente avergonzar a su hija. Claire tiene como única defensa la incondicionalidad de sus dos amigas de la escuela.
Hasta que un día Jonathan encuentra una especie de cajita de música, que supone de mucho valor. La misma tiene unas inscripciones en chino, idioma que casualmente Claire esta estudiando. Jugando, descubre que es una caja de deseos, y que estos se cumplen. Lo que no sabe es que la caja le cobra un precio por cada deseo, marcado por la sangre.
El filme atraviesa graves falencias, y posiblemente estas son las únicas que, a partir de la contradicción que establecen entre la seriedad con que se muestra desde la producción y lo ridículo de algunas escenas que deberían producir terror, resultan sumamente graciosas.
Hay sólo dos momentos de buena construcción de escenas en todo el desarrollo, una construida a partir de planos detalles, y la otra a partir de un montaje paralelo. Demasiado poco.
Todo el resto del filme es un gran catálogo de lugares comunes, diálogos banales, sonido que hace sobresaltar por irrupciones del volumen, sumado a un diseño de producción bastante descuidado. Con una continuación presentada, dependiendo de los réditos económicos que otorgue ésta.
¿Nos seguirán castigando?