45 años

Crítica de Alejandro Venturini - Alta Peli

Llega a nuestros cines la tercera película de Andrew Haigh, 45 Años, que refleja los conflictos de un matrimonio en vísperas a los festejos de su 45º aniversario.

Toda una vida juntos

En 45 Años el matrimonio de Kate (interpretada por Charlotte Rampling) y Geoff (un excepcional Tom Courtenay) se encuentran a tan sólo una semana de la celebración por sus 45 años de matrimonio, una fecha poco redonda ya que por cuestiones de salud de él no se pudo hacer nada para el 40º aniversario. Pero justamente, no todo es una fiesta en una pareja luego de estar tanto tiempo juntos.

Una carta en alemán llega a la casa rural donde vive este matrimonio, y en la epístola, Geoff -que del idioma alemán “recuerda los sustantivos mejor que los verbos”-, logra traducir a grandes rasgos que debido al derretimiento de nieve en los alpes lograron encontrar luego de medio siglo el cadáver de Katya, la que por entonces era su novia. De esta forma lo literal y lo metafórico comienzan un juego a lo largo de toda la película, donde no sólo el cadáver aflora, sino también los problemas que tiene la pareja.

El Pasado que Vuelve
45 Años de Andrew Haigh funciona como un reloj, se denota un guión sólido en el cual todo está todo calculado a la perfección y el ritmo y tempo de la narración es sostenido a lo largo de toda su duración. El conflicto en la pareja es un devenir que se va presentando primero por acciones y luego se explicita con diálogos, en los cuales el personaje de Kate es la que lleva las riendas, aunque los silencios que existen entre ellos es el mayor pesar porque dan cuenta que luego de 45 años de estar juntos, se conocen menos de lo que creían.

De alguno forma pareciera que el matrimonio de Geoff y Kate se construyó con adobe y con la lluvia comienza a ceder, derrumbándose lo que creían que era sólido, donde una pregunta sobrevuela toda la película: ¿qué hubiera pasado si Katya no moría en los Alpes?. Claro que con el guión solo no alcanza, las actuaciones Rampling y Courtenay son de un nivel que pocas veces logra darse en el cine, incluso genera por momentos la sensación que uno está viendo una película del mismísimo Ingmar Bergman ante el dramatismo y el nivel de gestos en los silencios que logran la pareja de protagonistas.

A diferencia de la anterior película de Haigh, Weekend, donde la cámara es más fluctuante, en 45 Años se presenta una puesta de cámara más fija y clásica, donde se dedica a observar sin entrometerse en lo que se está narrando. Además tiene una dirección de arte que optó por ir acorde a la historia tomando al otoño no sólo como estación simbólica para esta etapa de la vida, sino también como paleta de colores para el matrimonio.

Conclusión
45 Años es el retrato de un matrimonio que oscila entre Bergman y Haneke, aunque no logra alcanzar a ninguno de los dos y no creo que Andrew Haigh lo pretenda. El público que disfrute de ver un cine con un ritmo más tranquilo y pausado, además de reflexivo, seguramente disfrute de esta película.