35 Rhums

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Conflictos humanos narrados de una manera muy especial

La directora Claire Denis nació en París en 1948, hija de un funcionario colonial. Gran parte de su infancia transcurrió en Africa y esa experiencia la volcó en sus películas. De ellas se puede mencionar, por la calidad de su historia y su forma fílmica, a Bella tarea, de 1999.
En 35 rhums rinde homenaje a Yasujiro Ozu, pues la película está inspirada en Primavera tardía , que el cineasta japonés filmó en 1949, sobre la relación afectiva entre un padre y su hija, como ocurre en este filme de Denis, ambientado en un suburbio de París.
Aquí el padre se llama Lionel, es descendiente de africanos, viudo, extremadamente parco y meditabundo. Trabaja como conductor de trenes --una tarea solitaria-- y está pensando en su inminente jubilación.
La hija, Josephine, vive con el padre, trabaja en un negocio de artículos musicales y estudia Antropología en la universidad. De la madre se proporciona alguna noticia hacia el final de la historia.
Y hay otros dos personajes claves, habitantes del mismo edificio de Lionel: Gabrielle, también africana, quien oficia de taxista; y Noé, un especialista en computación, francés y que viaja con mucha frecuencia por cuestiones laborales.
La película trata sobre la cotidianeidad de esos personajes, una rutina sólo quebrada por la despedida de un compañero de trabajo de Lionel, un accidente, un viaje a Alemania y el frustrado intento de asistir a un concierto.
En esta última circunstancia, los cuatro personajes terminan, de noche, en un bar, donde quedan expuestas --sin palabras, con apenas algunos gestos, comportamientos y miradas-- las relaciones de ese grupo humano, las del pasado y las del presente.
Una asombrosa economía temática y narrativa que también se percibe en cada uno de los planos, organizados con extrema minuciosidad, donde no falta ni sobra nada, fruto del estilo de la directora y del excelente trabajo de su habitual iluminadora Agnes Godard.
Y eso es así porque Claire Denis entiende los conflictos humanos de una manera muy especial, y no como lo sugieren los manuales de la dramaturgia.
Además de la relación padre-hija y la perspectiva más o menos cercana de una inevitable separación, la directora también pasa revista a temas como la edad, el paso del tiempo, la amistad, la jubilación y un posible quiebre de la armonía familiar por el propio imperio de la vida.
El sentido del título --algo así como 35 vasos de ron-- se explica en la última secuencia de la película y eso permite entender el espíritu que sobrevuela muchos de los segmentos previos.