327 cuadernos

Crítica de Marcela Gamberini - Con los ojos abiertos

327 CUADERNOS

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Por Marcela Gamberini

Me permitirá el lector que empiece este comentario con una experiencia personal, que en definitiva de eso se trata el documental de Andrés Di Tella sobre Ricardo Piglia, del relato de una fructífera experiencia interpersonal. De los pocos papeles y apuntes que guardo de mis épocas de facultad, atesoro dos cuadernos, de tamaño mediano, con espiral, rayados. Sobre las tapas unas artesanales etiquetas escritas a mano dicen “Seminario Piglia”. Los abro, las hojas un poco amarillentas anuncian algunos años, el primero, sin orden, dice: “La ficción paranoica y el segundo Macedonio Fernández, Historia de la novela argentina”. Tal vez, ya no recuerdo si esos fueron los nombres institucionales de los seminarios pero yo los inscribí en mi memoria y en mis cuadernos –que no siempre es lo mismo, o si- de esa manera. No voy a extenderme sobre el contenido de esos cuadernos, escritos con lapicera a pluma, de ésa que raya un poco el papel, con una letra que casi ni reconozco, por la prolijidad y su tamaño pequeño. Lo que si recuerdo a la perfección – el mecanismo de la memoria es inexacto e inefable- es que esos seminarios, junto con las clases de literatura argentina de Beatriz Sarlo y las inolvidables de David Viñas incrementaron mi pasión, mi goce, mi disfrute por la literatura. Cuando las clases terminaban, ya entrada la noche y volviendo a casa en colectivo, resonaban en mi cabeza palabras como: complot, ficción, Borges, intriga, tradición, Macedonio, género, Amalia, tensión, Facundo, enigma, policial, Onetti, delirio, Los adioses, crímenes. Así, todo mezclado y fundido a la vez, enganchado a la memoria, colgando de los ojos, las yemas de los dedos coloradas de tanto escribir, con el asombro y el descubrimiento que me provocaban esas fascinantes lecturas. Muchos años después, me encuentro a Piglia en el aeropuerto; él iba a unas charlas sobre literatura, yo al Festival de cine de Mar del Plata y no puedo reprimirme: me acerco y le digo que fue mi profesor, mejor digo mi maestro. Él, amable y sonriendo, me preguntó en qué andaba y le dije que iba al festival y sin pensar me recomendó una película que yo ya tenía marcada en mi grilla, La forma exacta de las islas de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke. Me dio un beso y me pidió que, en un próximo encuentro casual, le contara acerca de la película. Cuando vi la película y charlé con sus directores me contaron que Piglia había sido un componente esencial.

327 cuadernos, Andrés Di Tella, Argentina, 2015

327 cuadernos es más que un documental, es el registro de una amistad entre Di Tella y Piglia, amistad y afecto que ya van por los 30 años. Di Tella es cuidadoso, la película destila ternura y respeto por el retratado y por la película misma, porque es ella en sí misma un diario de lectura, de memorias, de una amistad, del recorrido de un escritor, de una vida, de una pasión.

La película se vertebra sobre la idea de los viajes y sus retornos. Reales o ficcionales. El viaje iniciático de Adrogué, el lugar de origen de Piglia, a Mar del Plata donde el joven empieza con sus cuadernos. El viaje como destierro, como exilio por parte de su padre, como origen de la escritura (esta idea es central en la literatura en general). Ese viaje le infunde a Piglia la necesidad de relatar su propia vida. En la película el escritor se burla un poco de esta idea pretenciosa. Mientras cuenta el origen y el trayecto de la escritura de sus diarios, aparecen imágenes de archivo. La historia argentina en sus momentos cruciales, el Perón del 55, el del regreso del 17 de noviembre, la muerte del Che Guevara; más adelante se devela que esos hechos conmovieron a Piglia dándole al documental una mirada política que pareciera ser más del director que del retratado. La violencia irracional que siempre domino al país es lo que opina Piglia de esos hechos. La esfera privada, siempre íntima, es invalidada por la esfera pública, siempre política. Su vida misma está anclada en lo político. Su padre fue militante y fue preso. Mientras habla de su él aparecen las imágenes de Perón tal vez como la figura de un padre sustituto y eterno. Casi medio siglo de historia argentina palpita en los cuadernos y en la vida del escritor.

Los viajes a Princeton y sus clases allí, las imágenes de la ruta que Di Tella inserta para afianzar la idea de recorrido, de trayecto son coherentes con lo que se cuenta. La memoria de Piglia repone aquello que no está en los diarios y que sin embargo recuerda, como una idea de escritura infinita, una escritura ficcional, una recreación de lo vivido donde la memoria no llega, no alcanza. “Empezar desde los restos”, “rescatar del tumulto lo que se puede” dice el escritor y también dice que hay cosas que lee – su propia letra a veces ilegible- que no recuerda y hay recuerdos vívidos que no están. La memoria y la vida, los recuerdos y la realidad, lo real y lo ficcional, lo verdadero y lo imaginario. El valor de la letra escrita, su caligrafía que marca también el paso inexorable de los años. Mientras trascurre el documental las preguntas que suscita son inquietantes: ¿Qué es lo real? ¿Se puede contar una vida? ¿Cuál es la idea de una autobiografía? ¿Es posible? El secreto y el enigma son dos de los conceptos centrales que Piglia aplica a su lectura de la literatura y son dos de las ideas con las que trabaja el documental. En algún momento es necesario trasladar la primera persona a la tercera y Piglia se transforma en su personaje de toda la vida, Emilio Renzi: “La literatura es el lugar donde siempre es otro el que habla”. Objetivar, despegarse en el travestismo de la tercera persona ,es en definitiva poder empezar a contar y dar a luz (en todos los sentidos) los diarios, ya no tan privados.

Sospechamos (como sospecha siempre Piglia de la literatura) que contar la vida del escritor en fragmentos, desde los restos es también contar la vida / experiencia de Di Tella. Ese documentalista que siempre trabajó sus materiales de manera pasional; la televisión, la figura de Macedonio Fernández (que comparte con Piglia buscándolo en las calles de Buenos Aires), la pertenencia política de los montoneros, su afecto por el genio y la figura de Claudio Caldini. Di Tella retrata a sus personajes con la cercanía justa y la distancia exacta que hacen de sus obras hechos conmovedores y comprometidos. Con 237 cuadernos Di Tella se pregunta acerca de los límites del documental como género, tal como Piglia se pregunta acerca de los Diarios íntimos como género. ¿Cuánto se puede contar y / o filmar? ¿Cómo objetivar la memoria y el recuerdo? ¿Cuándo y qué dejar fuera de campo? ¿Cómo contar y filmar el pasado, qué recuperar? ¿Cómo filmar el dolor de este complejo presente? En ese sentido, los diarios del escritor son también los diarios del director, como un dibujo simétrico y asimétrico a la vez que tensa los límites del documental como género y a la vez de la literatura. Andrés Di Tella habla de él mismo a través de la figura de Piglia en ese travestismo espejado del que hablábamos en el cruce de la primera a la tercera persona elastizando el gran problema de la enunciación en el cine.

327 cuadernos interpela la vida del espectador, así como lo hizo conmigo al remover los escombros de la memoria de mis felices años en la facultad. Interroga la propia vida y la propia experiencia, mientras surgen imágenes de la lluvia goteando sobre el follaje verde, rayos de sol sobre las hojas de los arbustos, pasos sobre la tierra que son los nuestros, los del director, los del escritor. La enunciación es ficcional, cambia, se transforma en otro o en otros. El hombre y sus hazañas, revoleando una bola, sosteniendo un tren con su abdomen; sin embargo la hazaña es otra: convertir la propia vida en una ficción, contarla, relatarla o al revés. Ya no importa- sólo importa contar, sólo queda el cine, la literatura, el arte que nos antecede y que nos precede, al que no podremos captar en su presente inmediato de tan esquivo que es.

El secreto y el enigma sobrevuelan todo en documental y la pregunta es justamente ¿qué es un escritor? ¿Qué es un director? Estas preguntas que de tan eternas se vuelven cada vez más actual se puede resumir en una sola: ¿qué es un autor? Sin dudas, sea cual fuere su definición, tanto Ricardo Piglia como Andrés Di Tella lo son, de un modo íntimo, personal y a la vez público. Como esas fotos que se resbalan de las páginas de los cuadernos, los autores hacen resbalar las interrogaciones fundamentales para el cine y la literatura, tal vez para las artes en general. Bienvenida sea siempre la interrogación que disparan las neuronas y el sentimiento, la razón y la emoción.

Marcela Gamberini / Copyleft 2015