3 anuncios por un crimen

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

UN CÍRCULO VIOLENTO Y VICIOSO

Una ganadora de premios que no la pega en la tecla más justa.
La última película escrita y dirigida por el inglés Martin McDonagh –“Escondidos en Brujas”, “Sie7e Psicópatas”- se plantó muy fuerte para la temporada de premios, recolectando galardones por aquí y por allá, más que nada gracias a las interpretaciones de Frances McDormand, Woody Harrelson y Sam Rockwell, entre otros.

McDonagh nos vende un drama pueblerino donde la violencia va escalando rápidamente. Una historia “provocadora” enmascarada por un humor muy oscuro que, en apariencia, debe incitar al debate, pero pasa por alto un factor importantísimo: suponer que lo que ocurre en la pantalla nos resulta “divertido” hasta cierto punto, y no algo totalmente desagradable. De ahí viene la provocación, y la incomodidad, ya que tenemos que lidiar con personajes nefastos y un argumento que no deja ningún lugar a los puntos medios.

Cuando se habla de humor negro siempre se distingue esa línea divisoria bastante clara. Esto no ocurre con “Tres Anuncios por un Crimen” (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017), pero ese es el menor de sus problemas. O el principio de todos.

Con toda la objetividad del mundo, no puedo más que rechazar el planteo de McDonagh, cuya “ideología” (sospecho) se transpira a través de su relato, más allá de que estemos ante una obra 100% de ficción. Ojo, a lo mejor soy yo la que está equivocada, pero desde hace rato me cuesta empatizar con este tipo de historias que confunden su mensaje.

Estamos a las afueras de Ebbing, Missouri, como bien lo dice su título original. Uno de esos pueblitos norteamericanos que, si bien no llegan a ser la “américa profunda”, tampoco se destacan por el ‘nivel cultural’ de sus habitantes, o eso es lo que nos hacen creer desde la pantalla chica y la grande. Hay un poco de verdad en todo eso, evidenciada en documentales como como “Making a Murderer”, pero en la generalización es donde reside el problema, y es esa estereotipación del ‘redneck’ donde “Tres Anuncios por un Crimen” me hace tanto ruido.

Mildred Hayes (McDormand) es una madre trabajadora que decide tomar medidas extraordinarias cuando la investigación por la violación y el asesinato de su hija adolescente no avanza para ningún lado, a siete meses del crimen: contratar los servicios publicitarios de Red Welby y colocar tres anuncios muy elocuentes y directos sobre una ruta poco transitada, que igual logran llamar la atención de la prensa local y del querido jefe de policía de Ebbing, William Willoughby (Harrelson).

Este es el desencadenante que pone en alerta a la policía, y un tanto furioso al inmaduro oficial Dixon (Rockwell), un nene de mamá conocido por su temperamento volátil, y su afición por repartir golpes gratuitos cuando se trata de sospechosos afroamericanos. Sí, Dixon es un racista (entre muchas otras cosas) avalado por sus compañeros que no mueven un pelo ante sus exabruptos. No es gente ‘mala’, solo ignorante, al menos ante los ojos de McDonagh.

Cuando Mildred se rehúsa a retirar los carteles e insistir en que Willoughby (que además acarrea una enfermedad terminal) no mueve un pelo, la ciudad y el propio Dixon se le ponen en su contra desatando una espiral de violencia cada vez más peligrosa y absurda.

El foco de “Tres Anuncios por un Crimen” no está puesto, justamente, en resolver dicho asesinato. Es solo la excusa para examinar estos “raros especímenes” de la raza humana, tan exóticos como desagradables. McDonagh convierte a su elenco en una fauna que acciona y reacciona, se ataca, se denigra y ni siquiera lo hacen por instinto. Sus motivaciones, en última instancia, tienen poco que ver con la justicia y muchísimo más con la catarsis y la revancha. Motivos nefastos, llevados a cabo por personajes aún más nefastos de los que no se salva, ni siquiera, esta madre afligida que solo sabe insultar y romper cosas, incluyendo la autoestima de esa hija asesinada.

Nadie duda de las geniales actuaciones de McDormand o Rockwell, dos actores magistrales. Pero resulta imposible relacionarse con sus personajes, mucho menos con sus causas a medida que avanza la película. McDonagh nos quiere convertir en cómplices y, en mi caso, solo provoca el distanciamiento y el rechazo.

La fotografía de Ben Davis es preciosa, la música de Carter Burwell también, y ambas juegan en función de sumergirnos en estos paisajes del Medio Oeste tan característicos. Pero una película no se puede quedar es lindas imágenes y buenas interpretaciones, sus mensajes son igual de importantes, y es ahí donde mi voto es no positivo.

Vivimos momentos de cambio donde la empatía juega un papel primordial. A mi entender, “Tres Anuncios por un Crimen” logra el efecto contrario a otras películas que, como “¡Huye!” (Get Out, 2017) o la mayoría del repertorio de los hermanos Coen, manejan un humor negro muy particular; pero no por ello hay que dejar de ir al cine y juzgarla cada uno por sí mismo.