20.000 Besos

Crítica de Lisandro Liberatto - Alta Peli

Dirigida por Sebastián De Caro, 20000 Besos es una comedia atípica en el cine argentino que, a pesar de sus problemas argumentales, brilla gracias a sus personajes fantásticamente escritos y actuados.

Volver a empezar

Juan acaba de separarse. Para hacer las cosas peor, trabaja en una aburrida oficina y está abrumado por la rutina. Su jefe, quien acaba de tomar un curso de motivación, le asigna junto con su compañera Luciana encontrar actividades para que tanto el como el resto de los trabajares pasen un rato más ameno en la oficina. Poco a poco Juan comienza a recuperar el rumbo de su vida, encuentra actividades nuevas, recupera la relación con sus amigos y se muda a un nuevo departamento. También comenzará a sentirse atraído a Luciana, a quien antes no soportaba. A pesar de ser completamente distintos entre sí, Juan no podrá evitar enamorarse de ella. Pero ¿hay futuro entre ellos? ¿O Juan está cometiendo un terrible error?

It’s the power of love

Sebastián De Caro es actor, escritor, fue panelista de radio y TV y en este caso director y guionista. Pero De Caro es, sobre todo, un hombre de cine. Esto queda más que claro con 20000 Besos, su último largometraje. Sería una redundancia decir que una película es muy cinematográfica, pero en este caso tampoco sería algo errado. Desde las infinitas referencias al cine y la cultura pop, hasta la forma en que está filmada 20000 Besos, todo muestra un profundo amor al séptimo arte en su estado más puro.

Quizás no estemos en presencia de una película perfecta, pero sin lugar a dudas estamos frente a una cinta atípica en la filmografía argentina. Argumentalmente, tengo mis diferencias con 20000 Besos. Luego de unos agiles primeros minutos donde queda planteada la problemática y conocemos a todos los personajes, el film pareciera perder el camino y encontrarlo cada tanto. Por momentos la historia avanza y por momentos se queda estancada. Algunas escenas parecieran no sumarle a la historia o resultar respetivas, y con otras avanzamos rápidamente algunos casilleros. Por otro lado, el guión se siente sobrescrito por momentos, creyéndose más inteligente de lo que es (o debería ser). Por suerte, estos inconvenientes están bien contenidos gracias a personajes brillantemente escritos y magistralmente actuados. Aquí tengo que darle la derecha a De Caro y compañía. Pocas veces ocurre en un film donde todos y cada uno de los personajes son queribles y con los cuales nos identificamos fácilmente. Los principales y el motor de la película son Juan (Walter Cornas) y Luciana (Carla Quevedo), ambos delineados y opuestos a la perfección. Lo mismo ocurre con los personajes secundarios, donde sobresalen Gastón Pauls, Alan Sabbagh y un hilarante Eduardo Blanco en uno de sus mejores papeles. Es una lástima que la historia no acompañe mejor a estos personajes, pero también es cierto que si la historia nunca aburre ni cae es gracias a ellos. Aunque personalmente no me resultó problemático, es cierto que 20000 Besos “peca” de ser un tanto generacional. Obviamente toda historia de amor es universal, pero el contexto en que está planteada puede hacer que algunos espectadores (sobre todo los mayores de 40) encuentren a varios de los personajes poco creíbles. Pero créanme, esta gente existe y son tal cual los refleja el film.

Otro de los puntos fuertes de 20000 Besos está en la fotografía y la dirección de arte. La película se ve y se siente como una historia de amor a lo Woody Allen. Otro acierto de los realizadores fue situar esta historia en pleno invierno. Más allá del paralelismo que podríamos trazar entre la situación de Juan y la estación más fría del año, lo cierto es que le da al film un hermoso encanto extra.

Conclusión

20000 Besos es una divertida propuesta poco habitual en nuestro cine. Lejos de ser una película perfecta, sin lugar a dudas estamos ante un film que propone algo que ya conocemos de una manera distinta y eso es digno de celebrarse. De la mano personajes entrañables y a pesar de sus evidentes problemas, es muy difícil no terminar saliendo del cine aunque sea con una pequeña sonrisa.