20.000 Besos

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Desde hace mucho que he definido a las películas, para mi propia clasificación en tres grandes categorías, 1) Las muy buenas, 2) Las muy malas y 3) El resto. Las mismas se encuentran subdivididas en regulares y buenas. De las primeras dos clases muy difícil que me olvide, las del tercer rango, posiblemente a pocas horas de salir del cine no tenga ningún tipo de registro nemónico al respecto.
Los porcentajes van variando, pero más o menos se podría decir 70% para el resto, 25% para las muy malas y sólo un 5%, de todo lo que se estrena en las carteleras vernáculas entran en la lista que hasta se pueden nombrar como imprescindibles
“20.000 besos” esta de lleno y sin lugar e dudas dentro del 70% de la mayoría de filmes que llegan a la pantalla grande de los cines.
El filme comienza con una leyenda “Cuando una persona te gusta de verdad un beso es demasiado y 20.000 no son suficientes” ¿Qué quiere decir con esto? No lo se, el filme no lo desarrolla ni lo explica, así es todo de trivial en esta producción nacional.
La historia se centra en Juan, (Walter Comas) un treintañero que está en plena crisis con su propia vida, con lo que tiene y con aquellos que ha dejado de lado.
El vivir con su pareja le ha quitado tiempo para ver a sus amigos, de casa al trabajo y del trabajo a casa, en uno haciendo lo que no le gusta, en el otro la rutina ha hecho desaparecer la magia del enamoramiento.
Incomodado por la existencia que lleva decide separarse sin poder dilucidar las razones concretas. Luego de pasar unas noches en la casa de su amigo Goldstein (Gaston Pauls) va intentando reconquistar el tiempo perdido y los afectos dejados en suspenso.
Alquila un departamento, se reencuentra con sus amigos y cuando comienza a disfrutar de su nueva vida su jefe le asigna un trabajo junto a Luciana, (Carla Quevedo), una compañera de la oficina, divertida e ingenua, con intereses muy distantes a los de Juan. Lo único que los une es que en el derrotero de la construcción de los personajes ambos terminan siendo infantiles y superficiales, aunque Juan no lo aparente.
Esta situación en principio esta más cercana a un capricho del jefe, a algo estudiado o un proyecto serio. Lo que instalara una relación de opuestos en comedia romántica de estructura tan clásica como trillada.
Pero por arbitrio del guión en la convivencia cotidiana ira sintiendo algo por la niña que no creía capaz de volver a suceder, se empieza a enamorar. ¿Cuanta originalidad, no?
Hay varios puntos en el filme que hacen que uno empiece a sentirse molesto. Todos los amigos de Juan, tienen su historia personal, que se constituyen en subtramas que no terminan por desarrollarse del todo, y menos aun cerrarse, la utilización de afiche de películas que sólo están puestas para dar cuenta que estamos en el mundo del cine, con diálogos con demasiados altibajos, algunos divertidos y otros aburridos al extremo de la tontería.
Sólo son rescatable las actuaciones de la pareja protagónica, muy bien acompañados por Gaston Pauls y Alan Sabagh como uno de los mejores amigos de Juan.
Pero no hay en esta producción, chata desde lo narrado, búsquedas de ninguna naturaleza, ni estéticas, ni de estructura, ni de intentar profundizar en qué y cómo se produjeron estos niños en cuerpo de adultos, para poder entenderlos recomendaría leer “Adultos en crisis, jovenes a la deriva”,un texto de la Dra. Silvia Obiols, psiquiatra argentina.
La película se presenta como olvidable, ya que queda a mitad de camino en todo.