1945

Crítica de Héctor Santiago - Revista Cultural Siete Artes

En cine, como en otras artes, abordar un tema que ya fue asunto de varios films en el pasado e incluso en un pasado inmediato constituye un reto enorme. Siempre está latente el peligro de repetir lo que otros hicieron y en consecuencia no ofrecer, cinematográficamente hablando, novedad alguna. Ferenc Torok asume ese riesgo en 1945.

¿Puede ser el silencio protagonista destacado y por momentos central de una película?¿Por qué molesta en un principio, suscita preocupación después y más tarde resulta ominoso? ¿Es una exageración del que ésto escribe sostener que ese mutismo, dominante en buena parte del film, conmociona un pueblo, resquebraja sus lazos sociales y hace brotar las más abominables miserias humanas, pasadas y presentes, de una buena parte de sus habitantes? ¿Puede resultar atronador el silencio?

Un hombre se afeita frente a un espejo. Su mujer advierte que una joven, casadera hoy, tuvo, hace un tiempo, otra relación amorosa. El marido responde como si de un dogma se tratara “El pasado se fue”. Al mismo tiempo, unos hombres vestidos con trajes negros caminan, a la manera de una ceremonia fúnebre, detrás de un carro con caballo que transporta dos baúles, en los cuales, se afirma, van perfumes y cremas femeninas.

Enterado el pueblo de la visita, algunos vecinos comienzan a observarlos o quizás a espiarlos desde ventanas encortinadas que ocultan las miradas e impiden un registro franco de aquellos inesperados visitantes. Algo similar ocurre cuando la inspección visual de los habitantes se realiza a través de las hendijas de puertas o portones. Otras veces son los los árboles los que impiden el examen puntual y preciso de los extraños y en otras ocasiones, esos mismos obstáculos, se interponen al intento por reconocer la naturaleza de los sentimientos de los pobladores . Así las cosas, parece que esa generalizada dificultad para la observación clara genera en los miembros del villorrio expectación, misterio e inquietud sobre la identidad de los caminantes y sus verdaderas intenciones.

El blanco y negro de la fotografía aporta al lenguaje visual un plus de riqueza significativa a la que, por sí misma, es capaz de ofrecer una cámara con enorme capacidad de generación de sentido. ¿Por qué Torok renuncia al uso del color? ¿Cuáles son las necesidades fílmicas que deciden la elección del blanco y negro? ¿La opción elegida tendrá que ver con los tiempos en los que se sitúan los acontecimientos narrados o quizás a la naturaleza de los sucesos? ¿No puede obedecer también a la necesidad de utilizar en repetidas ocasiones el claroscuro y con ello acentuar ciertas atmósferas?

La acción alterna nos permite saber de las vicisitudes que atraviesan los dos desconocidos que acompañan el lento avance del carruaje a través del camino que une la estación ferroviaria con el pueblo y simultáneamente, los acontecimientos que esa visita suscita en los pobladores que desde larga data habitan allí. Con el progreso de cada una de esas acciones aumenta la tensión y el malestar social. Los desconocidos avanzan hacia la concreción de sus objetivos, mientras que el estado del ánimo social es permeado cada vez más por la irrupción de viejas culpas y el temor de que finalmente aquellas sean reveladas. La persistencia en el silencio de los infatigables caminantes opera, sin que ese haya sido su propósito, como un revelador de los fundamentos morales y de los principios de justicia que anidan en una parte importante de la población civil, la autoridad política y también la eclesiástica.

No son pocos los momentos en los que mediante pinceladas de corta duración se hace referencia a grandes asuntos, instituciones y conductas de funcionarios: un brevísimo comentario de un noticiero radial refiere a cambios trascendentales de orden político nacional. Un jeep que circula por el pueblo testimonia la derrota de unos y la victoria de otros en el orden internacional. Los breves consejos de una padre a su hijo en vísperas de su casamiento desnuda la ideología del dominio masculino sobre la mujer. Con molestia disimulada un cura atiende a un feligrés y le abarata el castigo por haber cometido delitos graves a unas pocas oraciones. Una autoridad del pueblo, sospechado de fechorías, se indigna por las manos sucias de la moza que lo atiende en el restaurant.

1945 es una obra cinematográfica de una potencia visual poco frecuente. Por momentos resulta hasta paradójico que una historia de las características de la contada pueda plasmarse con una estética tan acabada y seductora.