12 horas para sobrevivir: El año de la elección

Crítica de Juan Ignacio Novak - El Litoral

La noche más oscura

Aunque con la misma inquietante premisa (una purga anual de la población, consistente en la suspensión por una noche de todos los derechos civiles, legalizando el crimen), las dos primeras partes de “12 horas para sobrevivir” no se adentraban casi en el debate político. La primera estaba enfocada en las tribulaciones de una familia tipo durante la purga, y la segunda sacaba a los protagonistas a las calles en un intento de venganza y supervivencia. En la tercera entrega (tal como su propio subtítulo, “el año de la elección”, lo indica) lo que guía el argumento es precisamente el enfrentamiento entre las corporaciones que pretenden consolidar la terrible práctica en función de sus resultados económicos y aquellos grupos, antes marginales, que apuestan a las iniciativas necesarias para la erradicación definitiva de la Purga. Es obvio que todas las simpatías están con ellos: el director y guionista James DeMonaco transmite la idea de que estas minorías, en la medida en que se unen y desarrollan una estrategia común, son capaces de activar los medios para modificar las condiciones políticas, inclusive sin tener que utilizar las mismas, deploradas, prácticas de sus rivales.
Aunque con más superficialidad, rasgo propio de estos tiempos, DeMonaco intenta lo mismo que George A. Romero (“La noche de los muertos vivos”), Stanley Kubrick (“La naranja mecánica”), Alfonso Cuarón (“Niños del hombre”) y muchos otros cineastas lograron en diversos contextos: utilizar la recreación de un futuro distópico para reflexionar sobre problemáticas de candente actualidad. En este caso, abordar con mirada crítica y enérgica, dentro del convulsionado panorama que ofrece Estados Unidos, temas como la violencia social, la desenfrenada ambición de los grandes grupos económicos, la discriminación y el odio racial, resulta una apuesta como mínimo, interesante. Aunque se concrete a través de una película con decidido espíritu de clase B, vigorosa pero sin pretensiones, destinada sobre todo a entretener.
En “12 horas para sobrevivir: el año de la elección”, el ex policía Leo Barnes (interpretación muy convincente de Frank Grillo) tiene la responsabilidad de proteger a la senadora Charlie Roan (Elizabeth Mitchell), candidata a presidencial que reivindica la supresión de la purga anual. Cuando, por una traición, deben abandonar el seguro refugio montado para pasar la noche en que se realiza la “depuración”, deben salir a las calles, asediadas por la matanza y la locura.
Los buenos y los malos
En su desarrollo narrativo, puesta en escena y configuración de personajes, la película encuentra su inspiración en “Asalto al precinto 13” (1976) y “Escape de Nueva York” (1981), ambas de John Carpenter. Tiene todo lo que promete: tiroteos, persecuciones, peleas cuerpo a cuerpo y varios toques de gore, sin regodearse en ellos. En este sentido, se podría definir a “12 horas para sobrevivir: el año de la elección” como un trhriller con orientación hacia el terror.
A diferencia de Carpenter, que era un maestro para construir personajes ambiguos, con dilemas morales muy palpables, DeMonaco peca en su guión de excesivo maniqueísmo. Los buenos son íntegros e idealistas y los malos tremendamente revulsivos, sin considerar prácticamente ningún matiz. Sin embargo, hay que reconocer que esta aparente deficiencia resulta, funcional para que esta tercera entrega termine convertida en el producto atractivo que es. Como ocurría en los mejores pasajes de los policiales de Walter Hill (otro referente artístico de DeMonaco) los villanos son tan perversos, que para el espectador representa un alivio verlos vencidos.
El final de la película, aunque alentador, abre un paréntesis de duda. Cuando se enfatiza en que, tras el triunfo de la postura que quiere desmantelar definitivamente la Purga, surgen en todo el país “incidentes aislados”, queda claro que para los protagonistas (y para los creadores de la franquicia, si es que la misma tiene continuidad) comienza otro camino.