Operación Skyfall

Crítica de Daniel Santos - La Voz del Interior

Con licencia para seguir

Sin repetir y sin soplar: ¿Cuál fue el mejor villano de las últimas películas de James Bond? Es difícil recordar alguno con mucha precisión. Con 007 - Operación Skyfall no ocurrirá lo mismo: el malvado que interpreta el español Javier Bardem no sólo está muy bien sino que le da a James Bond la contraparte necesaria para construir una historia electrizante e intensa, quizás la mejor y más riesgosa de los 50 años de vida del espía.

Además de Bardem como Raoul Silva –un malo con un objetivo cruel pero muy humano, sin ansias de dominar o destruir o conquistar al mundo–, Craig como Bond ofrece muchos matices exquisitos: a las virtudes populares conocidas del personaje se le suma enojo, dolor, rebeldía, cinismo, y un puñado de recuerdos de la infancia que ayudarán a entender a este héroe que en esta entrega juega muchos momentos de antihéroe.

Sam Mendes (el mismo director de Belleza americana o Camino a la perdición) logra muchos climas bien diferentes a lo largo de una película extensa pero que no se desgasta con el correr de los minutos. No faltan las potentes escenas de acción o las persecuciones desenfrenadas, pero no son ellas el eje del asunto. Ni siquiera tiene un papel principal la “chica Bond”, en este caso una Bérénice Marlohe intrigante y sensual, pero con poquísima incidencia en la historia.

¿De qué va Operación Skyfall, entonces? De una de las mejores películas de espionaje que se han hecho, con personajes también muy dramáticos y con perfiles bien definidos, más lejos del folletín melodramático y más cercanos a la vida real, donde el bien no siempre es tan bueno y mal no siempre es tan malo.

M (Judi Dench) tiene más protagonismo que nunca, y se enfrenta a decisiones importantes, propias y ajenas: una es sobre su futuro, ya que la quieren jubilar en el servicio secreto de inteligencia y le han puesto un controlador (Ralph Fiennes como Gareth Mallory, un papel digno de continuar en el futuro) que la tendrá permanentemente en jaque. También hay un joven Q (Ben Whishaw), que adecua a los tiempos modernos la provisión de tecnología para el agente 007, aunque la verdad que no se luce mucho.

Hay muchos guiños al pasado y piezas infaltables de la saga (ni hablar, Bond se toma su martini), pero en el laberinto de la trama y especialmente en la interrelación de los personajes es donde Skyfall más se luce. Los duelos verbales son casi tan intensos como las patadas mortales o las persecuciones, y entre Bond y Silva se llevan todos los aplausos desde el primero al último encuentro.

James Bond cumplió 50 años, pero no sólo que no ha envejecido sino que con esta película tiene un nuevo renacimiento. Las dos anteriores protagonizadas por Craig (Casino Royale y Quantum of Solace) parecían atadas al lastre de la vieja y repetida historia del espía canchero y seductor, aunque en esta ocasión apunta a un perfil mucho más creíble.

No hacía falta llenar de artilugios la película para volver a Skyfall una pieza entretenida y popular al mismo tiempo. También se puede hacer de modo inteligente y sensible, que muestre que detrás del espía infalible también hay un hombre.