El plan perfecto. El robo del siglo es la nueva película del prolífico director argentino Ariel Winograd, basada en el robo al banco Rio de Acasusso en el 2006. Está protagonizada por Guillermo Francella como el experimentado ladrón Luis Mario Vittete Sellanes y Diego Peretti como Fernando Araujo, quien ideó el plan, y los acompaña un elenco de grandes figuras como Pablo Rago, Rafael Ferro, Mariano Argento y Luis Luque como el negociador Miguel Sileo. La película tiene una estructura clásica, de tres actos bien definidos, siendo el primero de ellos la presentación de los personajes y la planificación del robo. El segundo, a su vez, es el desarrollo de este robo, con una toma de rehenes dentro del banco utilizada como excusa para vaciar las cajas de seguridad. Y en el tercero vemos las consecuencias de estos hechos en cada uno de los participantes. Lo que diferencia a El robo del siglo de otras películas argentinas que tratan una temática similar, como Al final del túnel, por ejemplo, es el muy buen uso del humor, que es aceptado por el público porque para cometer este crimen se utilizó el ingenio en lugar de la violencia. Y la comedia se basa en la oposición de temperamentos entre los personajes de Francella y Peretti, ya que el primero utiliza su experiencia para reaccionar rápido y el segundo calcula todo fríamente sin haberlo puesto en práctica. A esto hay que sumarle el comportamiento bizarro del resto de los integrantes de la banda, y algunas situaciones ridículas que en lugar de aliviar la tensión la aumentan, poniendo en duda que el plan pueda ser llevado a cabo con éxito. Desde el punto de vista técnico, vale la pena destacar también la muy interesante fotografía de Félix Monti, quien genera un interesante contraste entre la oscuridad claustrofóbica del túnel desde donde construyen el boquete y la excesiva iluminación del resto de las locaciones diurnas. Asi como también el preciso trabajo de montaje a cargo de Pablo Barbieri Carrera que maneja muy bien el timing de las situaciones, haciendo que tanto el suspenso, como los gags que lo liberan resulten efectivos. En conclusión, El robo del siglo es una película sumamente entretenida porque todo funciona como corresponde. Y esto es posible porque la cuota de humor le suma el atractivo necesario para atrapar al público que puede disfrutar como está contada a pesar de conocer previamente los hechos reales en los cuales está basada.
Antes de partir. Lo mejor está por venir es una comedia de enredos francesa escrita y dirigida por Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, la exitosa dupla detrás de El nombre (2012). En esta ocasión vuelven a trabajar con Patrick Bruel, quien comparte el protagonismo junto a Fabrice Luchini, acompañados de Zineb Triki, Pascale Arbillot, Marie Narbonne y Thierry Godard entre otros. La película cuenta la historia de Arthur (Luchini) y César (Bruel), dos amigos de toda la vida que después de un malentendido cada uno cree que el otro tiene una enfermedad terminal, por lo que le quedan pocos días de vida. Y es así como deciden hacer todo lo posible para recuperar todo el tiempo que les queda disfrutando de su amistad, a pesar de que uno es estructurado y metódico y el otro impulsivo y desordenado. El primer gran acierto de esta película está en recurrir al humor para tratar un tema tan serio como son las enfermedades terminales, ayudando así al público a tomar conciencia de la gravedad del asunto sin recurrir a golpes bajos. Porque se centra en la unión entre estos dos amigos con estilos de vida completamente opuestos, que buscan acompañarse durante este momento de crisis. Y para ello cuentan con el casting adecuado, porque Fabrice Luchini vuelve a interpretar a un personaje similar al de Un hombre en apuros, y Patrick Bruel aprovecha para mostrar lo bien que se maneja dentro de la comedia teniendo a su cargo las situaciones más graciosas. Un párrafo aparte merece la secuencia de créditos del comienzo, en el que vemos en forma de grabación casera una serie de escenas en las que dos chicos se hacen amigos y pergeñan juntos una serie de travesuras en un colegio. Porque es un recurso narrativo interesante que le permite al espectador que genere más empatía con ellos y tome conciencia que puede ser el final de una relación de años. En conclusión, Lo mejor está por venir es otro ejemplo del buen momento que está pasando la comedia francesa, con guiones ingeniosos y situaciones entretenidas que invitan a la reflexión. Y eso lo convierte en una buena opción agradable para disfrutar en la cartelera porteña de este verano.
Atrapados en la isla. Nueva York sin salida es una película policial protagonizada por la estrella en ascenso Chadwick Boseman, en la que interpreta a un detective que hace cerrar todos los accesos a la isla de Manhattan para capturar a dos delincuentes. La dirección está a cargo de Brian Kirk, de larga trayectoria televisiva, y completan el elenco Sienna Miller, Stephan James, Taylor Kitsch y el ganador del Oscar J.K. Simmons. Con un guion a cargo de Brian Mervis y Matthew Michael Carnahan, Nueva York sin salida utiliza todos los tópicos del cine policial clásico para contar esta atrapante historia en la que dos delincuentes se ocultan en la isla de Manhattan después de asesinar a siete policías durante un asalto. Y Andre Davis, el oficial a cargo del caso, los encierra bloqueando sus 21 puentes de acceso, dando así inicio a una cacería en la que termina descubriendo que las cosas no son como parecen. Lo primero que vale la pena destacar de esta película es su búsqueda de realismo similar a Contacto en Francia, ya que en ambos casos la verosimilitud está por encima de lo espectacular. Esto puede apreciarse especialmente en el excelente trabajo de sonido, con la detonación de los disparos y sus respectivos impactos que sorprenden a los espectadores. A esto hay que sumarle un muy buen trabajo de montaje, a cargo de Tim Murrell, que maneja muy bien los tiempos generando suspenso en momentos de tensión cuyo remate llega de forma sorpresiva con una violencia brutal y efectiva. Todos estos aciertos técnicos hacen que esta película funcione neutralizando su punto más débil: la construcción de su protagonista. Porque Chadwick Boseman se limita a cumplir con las acciones escritas en el guion, pero falla al no profundizar la contradicción interna de este personaje -similar al Nick Conklin que interpretaba Michael Douglas en Lluvia negra– porque es acusado de gatillo fácil y debe atrapar a estos delincuentes sin abusar de su autoridad. El resto del elenco, en cambio, se luce más con estos personajes que también tienen que luchar contra sus contradicciones internas, razón por la que no son lo que parecen ser a simple vista. En conclusión, Nueva York sin salida es una película que hace un buen uso de las reglas del genero policial, contando una historia que resulta atractiva para el espectador gracias al buen manejo del suspenso y el uso efectivo de la violencia. Se trata de una propuesta sumamente interesante que no defraudará tanto a los amantes del género como a los que quieran disfrutar de una buena salida al cine.
La maldición llega a su fin. El Aro es el capítulo final de una saga de películas de terror japonesas dirigida por Hideo Nakata y que comenzó en 1998 con Ringu, basada en la novela de Kôji Suzuki. En esta ocasión está protagonizada por Elaiza Ikeda, acompañada por la pequeña Himeka Himejima, Hiroya Shimizu, Ren Kiriyama, Rie Tomosaka y Takashi Tsukamoto entre otros. En esta entrega la protagonista es la doctora Mayu Akikawa (Ikeda), una doctora que tiene a su cargo el caso de una niña con amnesia (Himejena), y poco a poco irá descubriendo que está relacionada con la desaparición de su hermano Kazuma (Shimizu) y con misteriosos crímenes relacionados con el espíritu maligno de Sadako. Y es así como decide enfrentar a este fantasma sediento de sangre que aterroriza hasta la muerte a aquellos con los que tiene contacto. Entre los aspectos positivos que tiene esta película cabe destacar la fotografía, en el que se aprovecha el contraste entre la iluminación excesiva y los tonos cálidos de las escenas cotidianas y los tonos fríos de las escenas de horror surrealista en los que aparece Sadako. Es en estos momentos donde se luce más su director, que sabe generar climas atrapantes de suspenso que reducen la violencia a su mínima expresión, utilizada únicamente en los casos en los que resulta efectiva. Otro recurso fundamental que se usufructúa con eficacia para generar estos climas es el sonido, subiendo el volumen para convertir en aterradores algunos ruidos que son cotidianos, resultando así otra marca autoral de su director. Aunque en este caso también cabe destacar que la trama se vuelve un tanto confusa, con demasiadas vueltas de tuerca, que pueden desorientar al espectador con la cantidad de información que tiene que procesar para comprender la diégesis del relato. Y a esto hay que sumarle que la repetición de la fórmula tanto en esta saga como en otras similares demuestra también un agotamiento que provoca una falta de sorpresa. Recapitulando, El Aro es la conclusión de una saga de películas de terror que muestra signos de agotamiento. Pese a ello se hace presente el oficio narrativo de Hideo Nakata que, como George Romero y los zombis, encontró una temática dentro del género del terror que supo explotar hasta las últimas consecuencias.
Post apocalipsis familiar. La luz del fin del mundo es una película dirigida, escrita y protagonizada por el ganador del Oscar Casey Affleck que interpreta a un padre que debe cuidar de su hija, interpretada por Anna Pniowsky, en un mundo postapocaliptico donde murieron casi todas las mujeres a causa de un virus. Completan el elenco Tom Bower, Hrothgar Mathews, Timothy Webber y Elisabeth Moss. En esta ocasión Casey Affleck utiliza una puesta en escena minimalista para contar las consecuencias de una catástrofe de proyección mundial, en una escala intimista. Y los espectadores vamos construyendo lo ocurrido mediante cortos flashbacks en los que vemos como el virus afecta a la madre de esta niña recién nacida, interpretada por Elisabeth Moss, y tomamos conciencia de su gravedad por el noticiero que se escucha de fondo. Así como también vamos recolectando información de lo que dicen los diferentes personajes con los que se van cruzando en su camino. La austeridad de la puesta en escena con esos paisajes naturales desolados fotografiados por Adam Arkapaw, acompañados de la música de Daniel Hart, ayudan a generar este clima angustiante que predomina durante toda la película. Y esta angustia se profundiza en el contraste entre los tonos fríos del presente y los tonos cálidos de los flashbacks, que refuerzan la idea de una felicidad idealizada en la memoria de su protagonista. Pero el problema principal de La luz del fin del mundo radica en que si bien hay puntos de giro que dan paso a otros actos, no cambian su ritmo, por lo que el relato se torna aburrido. Porque de esa forma se desaprovecha el suspenso que genera el hecho de que la niña se tenga que hacer pasar por varón, con remates que no generan el suficiente efecto catártico debido a su corta duración. En conclusión, La fría luz del día toma un concepto similar al de Señales, donde M. Night Shyamalan reducía a la escala familiar una catástrofe a nivel mundial. Y si bien la propuesta de hacer una película de ciencia-ficción suplantando el fuera de campo por los efectos visuales es interesante, en este caso no resulta porque su ritmo monocorde hace que resulte tediosa y que la atención del espectador pueda dispersarse con facilidad.
Los dos Papas es una película dirigida por el prestigioso director brasilero Fernando Meirelles, que trata sobre la relación entre Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), interpretado por el ganador del Oscar Anthony Hopkins y Jorge Bergoglio (Francisco), a cargo de Jonathan Price, los dos últimos sumos pontífices de la Iglesia Católica. Y los acompaña un elenco formado por Juan Minujin, Luis Gneco, Germán de Silva y Cristina Banegas, entre otros. Basado en un guion escrito por el tres veces nominado al Oscar Anthony McCarten, de larga trayectoria escribiendo biopics, la historia transcurre en diferentes épocas, pero tomando como eje principal una serie de días del 2012 en los que el entonces cardenal Jorge Bergoglio fue a visitar al entonces Papa Benedicto XVI. Allí conocemos la intimidad de los dos líderes religiosos atravesando una crisis existencial a partir de la cual tomaron decisiones que cambiaron el destino de la Iglesia Católica. Lo primero que vale la pena destacar es la correcta elección tanto de Jonathan Price como de Anthony Hopkins para interpretar sus respectivos personajes. Porque más allá del innegable parecido físico, ambos actores copian los acentos y la forma de hablar de cada personaje. Y resulta sorprendente ver cómo el acento porteño del argentino Juan Minujin, que interpreta a un Jorge Bergoglio joven, es idéntico al del actor inglés que tuvo una experiencia fallida al interpretar a Juan Domingo Perón en Evita. En segundo lugar hay que destacar el uso interesante de la fotografía, en la que el uruguayo César Charlone, colaborador habitual de su director, se permite intercalar material de archivo, imágenes en blanco y negro y cambiar el formato de la pantalla para diferenciar lo que ocurre en el pasado y el presente. A lo que hay que sumarle el fuerte contraste narrativo de las diferentes locaciones, que abarcan desde el lujoso Sant’Angelo o la Capilla Sixtina hasta las villas de la ciudad de Buenos Aires. En conclusión, con Los dos Papas, Fernando Meirelles nos da a conocer el funcionamiento del Vaticano, como lo hizo Nanni Moretti en Habemus Papam, aunque a diferencia de este se basa en acontecimientos históricos contemporáneos. Y el resultado final es interesante, porque muestra el costado humano de los últimos dos Sumos Pontífices de la Iglesia Católica en el momento más trascendental de sus vidas, mostrándonos cuáles fueron las causas y consecuencias de las decisiones que tomaron.
El mensajero del amor. Lectura según Justino es la opera prima de Arnaldo André, una coproducción entre Paraguay y Argentina estrenada en el 2013 que llega a nuestro país con seis años de retraso. El protagonista de esta historia es el en ese entonces adolescente Diego González, y lo acompaña un elenco conformado por Mike Amigorena, Julieta Cardinali, Celso Franco, Edgardo Moreira, Lali González, Javier Morga y Martín Sochi entre otros. La historia, escrita por Arnaldo André junto con Gustavo Cabaña, transcurre en el pueblo de San Bernardino una colonia alemana ubicada en Paraguay, en 1955, durante el gobierno del general Alfredo Stroessner, dato fundamental para entender el contexto en el que transcurre. Y es allí donde el joven Justino se convierte sin darse cuenta en el mensajero de cartas de amor entre Ulla (Julieta Cardinali), su maestra de alemán, y Joschka (Mike Amigorena), un misterioso vecino. Además, a la manera del cine clásico italiano, vamos conociendo a los diferentes vecinos del lugar y sus respectivas historias, en una serie de tramas secundarias que retratan la vida cotidiana del pueblo, con una gran variedad de personajes pintorescos. Lo primero que vale la pena destacar es la influencia del cine italiano, ya que en la relación entre Justino y su maestra Ulla recuerda a la de la película Malena, de Giuseppe Tornatore, por dar solamente un ejemplo. Esto trae como consecuencia esta visión nostálgica de la infancia plasmada en la puesta en escena con una fotografía compuesta de tonos cálidos donde la violencia queda fuera de campo. Pero el problema principal de Lectura según Justino es que las tramas secundarias se deslucen, a pesar de contar con personajes interesantes. Porque estas aparecen de forma desordenada, haciendo que la trama principal pierda peso dramático o dejando inconclusas algunas de ellas, en las que se podría haber ahondado en la relación entre su protagonista con sus familiares y amigos. En conclusión, Lectura según Justino refleja con nostalgia el lugar donde transcurrió la infancia de su director con una propuesta estética que recuerda al cine de Lucrecia Martel. Y para ello usa como excusa una historia de amor que le otorga una trama principal, que se diluye de forma desordenada junto con varias subtramas, lo que dispersa la narración. Pero también demuestra el enorme potencial que tiene Arnaldo André como director, quien en el futuro puede llegar a hacer películas todavía más interesantes.
Reflejos siniestros es la opera prima de Aleksandr Domogarov, con una película de terror gótico rusa sobre un fantasma siniestro, conocido como “La reina de espadas”, que acosa a los estudiantes de un colegio pupilo. Su protagonista es Angelina Strechina, una joven actriz con una carrera ascendente dentro del cine de género en su Rusia natal, y la acompañan Yan Alabushev, Darya Belousova, Vladimir Kanuhin, Vladislav Konoplyov y el niño Daniil Izotov como Ayrton. La historia comienza cuando la adolescente Olya y su hermano mucho menor Ayrton ingresan pupilos a un colegio luego del fallecimiento de su madre. Y una noche, junto con un grupo de alumnos invocan a través de un espejo al fantasma de La reina de espadas, una leyenda urbana a la que cada uno pide un deseo trayendo consecuencias nefastas. Lo primero que vale destacar de la película es su diseño de producción, porque esta mansión del siglo XIX convertida en colegio pupilo es el escenario ideal para que transcurra esta película, con sus largos pasillos iluminados por ventanales que generan fuertes contrastes con las zonas oscuras. Y si bien resulta imposible no compararlo con el colegio Hogwrats, de la saga de Harry Potter, con una estética más realista genera el clima ideal para que el terror gótico funcione gracias a efectivos jump scares que generan interrogantes en el espectador. Otro párrafo merecen sus personajes, bien construidos, ya que al igual que en tantas otras películas de terror son adolescentes que toman malas decisiones por querer cumplir sus objetivos de forma imprudente, y pagan caras las consecuencias. Pero en este caso sirve también para que la rebelde Olya cambie su relación con su hermano menor, de una forma más aterradora que en la clásica “Laberinto”. En conclusión, Reflejos siniestroses otro ejemplo del interesante cine de terror actual proveniente de Rusia, un país que apuesta al cine de género con ideas innovadoras. Y si bien se encuentra lejos de ser una obra maestra, resulta sumamente entretenida, y convierte a Aleksandr Domogarov en un director a tener en cuenta en el futuro.
Asfaltando la jungla Huérfanos de Brooklyn es una película escrita, dirigida y protagonizada por Edward Norton, en la que interpreta a Lionel Essrog, un detective afectado por el síndrome de Tourette que investiga el asesinato de su jefe Frank Minna, interpretado por Bruce Willis. Completan el elenco Gugu Mbatha-Raw, Bobby Carnevale, Willem Dafoe y Alec Baldwin, entre otros. La historia está basada en la novela de Jonathan Lethem y se ambienta en la ciudad de Nueva York en la década del 50, respetando las características tanto estéticas como argumentales del policial negro. Es así como la trama toma el punto de vista de Lionel Essrog, y junto al que vamos descubriendo diversas pistas sobre el asesinato de su jefe, en el que está involucrado Moses Randolph, un poderoso funcionario político con un ambicioso proyecto urbanístico. Entre los puntos positivos de esta película se encuentran las actuaciones, encabezadas por un omnipresente Edward Norton como un personaje que recuerda a Phillip Marlowe y le otorga la complejidad necesaria a este detective astuto, inteligente, pero con problemas para relacionarse con los demás por su problema psiquiátrico. Y del resto del elenco se destaca Alec Baldwin con su sobria interpretación: este hombre poderoso con una ambición desmedida que lo convierte en villano. Otro aspecto a favor es su puesta en escena, con un diseño de producción y vestuario que se adecuan tanto a la época como a la estética noir, homenajeando así la época dorada del género y en lugar de adaptarlo a la actualidad, como hizo Robert Altman en “El largo adiós”, por ejemplo. Así como también se destaca la banda sonora de Daniel Pemberton compuesta con ritmo de jazz. Pero entre sus aspectos negativos se encuentra su estructura dramática, porque la historia se dispersa, al seguir la investigación de su protagonista, que posee la misma información que los espectadores, como ocurría también en Barrio Chino, en la que parece estar inspirada. Y esto trae como consecuencia una acumulación de subtramas que se igualan con la principal restándole peso y ralentizando la acción dramática, trayendo como consecuencia que el clímax quede deslucido. En conclusión, Huérfanos de Brooklyn es el proyecto más ambicioso y personal de Edward Norton, y puede verse en todos los roles que ocupa. Pero a pesar de contar con una muy buena puesta en escena, no termina de funcionar debido a que se ralentiza la acción dramática, desviando la atención de los espectadores de la resolución del conflicto principal.
Lo primero es la familia. Los adoptantes es una película argentina dirigida por Daniel Gimelberg que utiliza el formato de comedia costumbrista para tratar un tema tan serio como es el de la adopción. Sus protagonistas son Diego Gentile y Rafael Spregelbrud y los acompaña un elenco de grandes figuras como Soledad Silveyra, Marina Bellati, Valeria Lois, Guillermo Arengo y Florencia Peña. La historia se centra en la pareja formada por Diego Gentile como Martin, un exitoso presentador televisivo, y Rafael Spregelbrud como Leonardo, un ingeniero agrónomo, quienes toman la decisión de adoptar un hijo. Pero las dudas del segundo, que desconoce su origen porque también fue adoptado, traen como consecuencia una crisis en su relación. Y esto da lugar a una serie de situaciones tragicómicas que invitan a reflexionar de una manera agradable sobre la formación de una familia. Entre los puntos a favor que tiene esta película se encuentra la química de su pareja protagónica, ya que la complementación entre Diego Gentile y Rafael Spregelbrud hace que su relación resulte verosímil y generen una empatía inmediata. Y también el hecho de recurrir al género de comedia costumbrista, para contar esta realidad cotidiana. Porque este formato le permite ser accesible para todo el público, ya que la ausencia de bajadas de línea y golpes bajos invita a una mejor reflexión sobre el tema. Pero la película tiene también algunos puntos que le juegan en contra, desaprovechando así su interesante potencial. La primera de ellas es la cantidad excesiva de subtramas, porque la sobrecarga dispersa el conflicto principal y distrae al espectador, en lugar de profundizarlo. La segunda es explicar muchos de los gags y desaprovechar la buena idea de incluir a Florencia Peña como comic relief interpretando un personaje bizarro, porque a pesar de ser fundamental en la historia, se diluye entre la gran variedad de conflictos. En conclusión, Los adoptantes abordan desde el formato de comedia costumbrista donde se puede apreciar por momentos la influencia kitsch de Pedro Almodóvar el conflicto de la adopción en nuestro país. Y esto le permite acceder fácilmente a una gran cantidad de público, instalando así esta problemática en nuestra sociedad.