Llega a las salas de cine la última película de Woody Allen. Se podrá ver en todas las salas de cine a partir del próximo jueves 20 de enero. Al igual que antaño, cuando se canso de ser rechazado en América, cruzó el charco, específicamente a España, para rodar “Rifkin ‘s Festival”. Apostando por los amores equivocados y denotando el imparable paso del tiempo y como este genera cambios. Una pareja estadounidense viaja al Festival de San Sebastián. Ella debe trabajar como encargada de prensa del director francés del momento. El sospecha que ella la engaña y por esta razón la acompaña hasta España. Pero sus preocupaciones pasan rápidamente a segundo plano, cuando conoce a una joven doctora que comparte sus exigentes gustos. Todo mientras observamos varios homenajes a las clásicas películas de los grandes directores europeos: Fellini, Godard, Bergman y Truffaut. Como en muchos de los personajes escritos por Woody Allen, Rifkin refleja varias de sus preocupaciones personales. El hipocondrismo, miedo a la muerte, amor por el cine clásico o la preferencia del cine arte sobre el comercial. Por lo tanto, podríamos definir al protagonista como un snob, judio de clase media, de edad avanzada, el cual no se reconoce como tal. Lo cual no solo le traerá problemas para socializar en las reuniones sociales, sino que además sus relaciones afectivas también serán víctimas. Sumándole a todo esto una serie de discusiones dialécticas entre las grandes obras del cine clásico y las nuevas obras magnas del hoy. Achacándole a las nuevas exponentes, la intención de lograr ganancia y éxito comercial,en lugar de una búsqueda artística que no intente complacer al espectador. Al tiempo que se muestra como en sus inicios, el cine americano encontraba su inspiración en el revolucionario cine europeo. Aunque ahora los roles se intercambian y los europeos tratan de empapar sus películas con los rasgos taquilleros de la industria americana. Una película más, aunque correcta, en la amplia filmografía de Woody Allen. “Rifkin’s Festival”, se convierte en una sesión de terapia para el director. Al igual que su protagonista, utiliza a los espectadores como testigos de aquellas molestias que lo acomplejan. Sin duda Wallace Shawn realiza espléndidamente su trabajo. Pero en ocasiones, si uno no tiene nada importante para decir, es mejor no decir nada. O, más acorde, no hacer una película.
“Agentes 355” de Simon Kinberg. Crítica. Una mas de espías, pero no mucho más. Simon Kinberg nos presenta su segunda película como director, tras su fracaso con “X-Men: Dark Phoenix”. “Agentes 355” trae aparejada una elenco de nombres resonantes como Jessica Chastain, Penélope Cruz, Diane Kruger, Lupita Nyong’o y Sebastian Stan. A pesar de su internacional elenco, se las arregla para no proponer nada sólido. Llegando a las salas de cines el próximo 13 de enero, a fin de completar la cuota de acción no superheroica. Un arma cibernética, que permite el acceso a todo lo que tenga rastros de tecnología, se encuentra dando vueltas por el mundo. Una agente de la CIA se ve involucrada en una misión para recuperarla, antes que caiga en las manos equivocadas. Para conseguirlo deberá aliarse con una agente francesa, una experta en informática inglesa y una psicóloga colombiana. Formando así un grupo al que luego se le sumará un misterioso personaje chino. Todas juntas intentarán que el mundo no caiga en la tercera guerra mundial. Lo que más sorprende en el film, es la falta de química entre las integrantes del grupo. No se le exige que de repente sean todas amigas, pues la confianza es algo que se construye con el tiempo. Pero ni siquiera en sus puntos álgidos se sienten como un grupo homogéneo, por el contrario son cinco personas que luchan cada una por su causa. El interés romántico de la protagonista con su compañero tampoco se logra, Jessica Chastain y Sebastian Stan parecieran dos hielos expresando deseo. Por otra parte el audiovisual falla a nivel narrativo. Sus puntos de giro son predecibles y en ningún momento logra sorprender al espectador, siendo una película de engaños y espías. Utilizando recursos convencionales y repetitivos, de un género que se encuentra en vías de extinción por su falta de verosimilitud. A su vez, el ritmo de la historia no es uniforme. Los frenéticos momentos de acción chocan contra la lenta pared que se crea cada vez que nadie está disparando en la pantalla. Jugando en contra la extensión de 124 minutos, sobrando como mínimo unos 20 minutos. Podemos encontrar buenas intenciones en el giro que se le da al género de espías internacionales, pero no mucho más. Un elenco de este nivel amerita una historia más sólida, que deje de lado la espectacularidad de la acción por un momento. Simon Kinberg se presenta como un director difícil de defender en estos momentos, con dos tropiezos importantes en su haber. Sin embargo, con un gran tarro de pochoclos y sin grandes expectativas, “Agentes 355” puede resultar algo pasable.
No es una novedad que las carteleras actualmente están llenas de franquicias que el público ya conoce. Secuelas, precuelas, spin-off, reboots y remakes abrazan al espectador dándole algo que ya conoce. Lo cual hace que cada vez se haga más difícil para aquellas películas originales, sin anclajes en ningún otro medio, ni hablar las que poseen cualquier tipo de búsqueda artística. Muchos opinan que Hollywood se quedó sin imaginación, o tal vez simplemente le gusta muchísimo el dinero fácil. Y al igual que en los años noventa, aparece una película de “Scream” para mancharnos de sangre al tiempo que se burla del momento que transita la industria. La nueva entrega de la saga, dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, llega a las salas de cine el próximo jueves 13 de enero. Sin intenciones de reformular las reglas o el universo al que pertenece Ghostface. Sino que de una manera socarrona y condescendiente, utiliza la misma receta que la película original. Al igual que un gran chef, logra que se sienta fresca y radiante. Sam se ve obligada a regresar a su pueblo natal luego de que su hermana fuera atacada a puñaladas por alguien. El modus operandi utilizado para el intento de asesinato es conocido. Una llamada de un desconocido, el cual comienza a jugar con su víctima hasta que por fin logra clavarle su cuchillo. Una reversión del clásico de terror que supo darle una segunda vida al extenuado género slasher. Lo que salva a esta versión de ser una burda copia de la película original, es lo mismo que hizo a la primigenia tan gloriosa, su autoconciencia. Todo el tiempo los personajes saben que están en una película de terror con asesinos y conocen sus reglas. Por lo que las relaciones sexuales estan prohibidas, nadie quiere separarse del grupo y sobre todo hay dos palabras que no deben pronunciarse nunca: ahora vuelvo. A todo esto debemos agregarle que todos sus personajes se saben habitando una secuela/reboot. Por lo que toman como referencia los hechos de la Scream original, que en este universo es una película llamada Stabs. Generando un morboso juego donde los personajes todo el tiempo empujan los límites del metalenguaje. Sobre todo aquellos clásicos intérpretes que vienen de entregas anteriores y saben cómo funciona la matanza de Ghostface. Por supuesto que la comedia y las burlas no faltan. Si la primera era una sátira al slasher explotation de los 80s, ahora nos burlamos de los fandoms tóxicos de las películas, generados sobre todo en internet. La era de las sagas no sale endeble de las críticas e incluso el mismo Hollywood y su negocio de secuelas (del cual esta entrega forma parte) recibe lo suyo. La discusión entre terror de baja calidad, como se cataloga a las de este tipo, siendo inferior a el nuevo terror de altura se plantea desde un comienzo. Pero Scream, no hace más que refutar esto a lo largo de la trama, demostrando que ambos pueden existir en simultáneo. Sumándole unas buenas cantidades de gore, litros de sangre a borbotones, que tanto entretienen en este género. Al igual que Ghostface, la trama tropieza sobre el final. Pero es algo que suele pasar y a lo que los espectadores estamos acostumbrados. “Scream” no solo es un festín de referencias para los seguidores de la mítica saga, sino que además un tributo glorioso a todo lo que generó su versión original. Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett consiguen realizar la segunda mejor entrega de todas las Scream, ya que la primera es la piedra fundacional. Brindando niveles colosales de entretenimiento.
Este jueves 13 de enero llega a las salas de cine la última película de Ariel Winograd. Tras el éxito de “El robo del siglo”, la cual llegó hasta Japón, se presenta “Hoy se arregla el mundo”. Patagonik produce, la idea y el guión son de Mariano Vera. De esta manera concluye la trilogía sobre padres e hijos iniciada con “Mamá se fue de viaje” y “Sin hijos”. Planteando aquí, que los lazos familiares no se limitan a tener la misma sangre, sino que a veces se pueden elegir y crear. David Samarás es el productor general del programa “Hoy se arregla el mundo”. Tras muchos años de éxito, el programa actualmente se encuentra en decadencia. Años que Samarás le dedicó a su trabajo en lugar de a su vida personal. El vínculo más duradero que tiene es con su hijo de 9 años, Benito. Luego de una acalorada discusión con la mamá de Benito, donde le revela que no es su hijo, esta muere en un accidente de tránsito. Benito le pide un último favor a David, que lo ayude a encontrar a su verdadero padre. Tenemos aquí un elenco variado y lleno de grandes nombres. Compuesto por Leonardo Sbaraglia, Benjamín Otero, Charo López, Luis Luque, Martín Piroyansky, Soledad Silveyra, Gerardo Romano, Gabriel Corrado y la participación especial de Natalia Oreiro y Diego Peretti. Por lo que damos por sentado que las risas están aseguradas. Sumado a esto, está la gran química que generan en la pantalla Leonardo Sbaraglia y, el joven, Benjamín Otero. La trama puede parecer algo clásica. Un hombre que supo ser exitoso y poseer muchos bienes personales, se encuentra en decadencia. Lo cual le lleva a perder todo, poco a poco. Esto deriva en una búsqueda introspectiva donde se dará cuenta que siempre tuvo lo que más quería y eran sus vínculos afectivos. Todo esto mechado con infinidad de chistes y encuentros con personajes de lo más excéntricos. Y al igual que el clásico postre de panqueque con dulce de leche, cuando está bien realizado funciona siempre. Ariel Winograd no se propone innovar el séptimo arte o dejar al espectador obnubilado durante días por lo que acaba de ver. Se propone la difícil tarea de hacer reír, lograr que el espectador pase un buen rato por la entrada de cine que acaba de pagar. Muchas veces se da por sentado esto como una tarea sencilla, pero no lo es. Con “Hoy se arregla el mundo”, el espectador se puede divertir, largar unas buenas carcajadas y entretenerse. Logrando cumplir con creces lo que se propone. Una comedia muy bien lograda.
Como todos los jueves, la cartelera de los cines se renueva. La directora debutante, Camille Griffin, llega a las salas con “Silent Night”. El próximo jueves 13 de enero, podremos ver una historia que transcurre en navidad pero no es muy navideña que digamos. Invitándonos a un viaje sobre la creación de un pensamiento propio. Evitando así, ser esponjas que absorben todo lo que las autoridades nos dicen. Además de reflexionar sobre el cambio climático, la diferencia de clases sociales y la eutanasia. Un grupo de amigos de toda la vida, y sus hijos, se juntan para la cena perfecta de navidad. La comida, el alcohol y los regalos abundan, pero las discusiones no tardan en aparecer. Y todo sería un drama con conflictos relacionales, sino fuera porque afuera una nube de gases tóxicos se encuentra arrasando con toda la vida en la tierra. Por más que intentan afrontar la situación con normalidad, el hecho de que esta sea su última cena ronda todo como un fantasma. Imaginen una mesa navideña donde se sienta toda esta gente: Keira Knightley, Matthew Goode, Roman Griffin Davis, Annabelle Wallis, Kirby Howell-Baptiste, Lucy Punch, Lily-Rose Depp, Rufus Jones, Holly Aird, Sope Dirisu, Davida McKenzie, Dora Davis, Gilby Griffin Davis, Hardy Griffin Davis. Donde los pequeños Griffin Davis, no solo hacen de hermanos en la ficción sino que además lo son en la vida real. Nada pareciera salir mal de esta familia forjada por la amistad. Las risas están a la orden del día, al mismo tiempo que el fin del mundo. La locación elegida para pasar sus últimas horas es una enorme casa inglesa. Este grupo de personas, todas muy pudientes, eligen pasar sus últimos momentos tal como vivieron sus vidas. Negando todo lo posible la situación, mediante un disfrute banal que busca evitar enfrentar la trágica situación. Sin preocuparse por los que menos tienen, lamentándose haber votado al partido conservador en lugar del ecológico, su única prioridad es pasarlo bien. No todo está perdido, el personajes de Art (Roman Griffin Davis) encarna la esperanza. Su idílica mentalidad de niño le impide pensar en que no queda nada por hacer. Se niega a creerle al gobierno, quienes le brindan pastillas de muerte a su población para evitar el sufrimiento. Evitando pobres y refugiados, por supuesto, ya que no son ciudadanos ingleses. Una vez más se deposita la idea de cambio en las nuevas generaciones. Los más antiguos culpables, voluntaria o involuntariamente, de lo que está sucediendo se sientan de brazos cruzados a esperar la muerte. Como sucede en la realidad, donde se espera de los que vienen, la solución a los problemas que causan los que están. Pero lamentablemente el momento de cambio es ahora y tal vez para cuando lleguen las nuevas generaciones, ya sea tarde. La directora, Camille Griffin, se presenta con una ópera prima contenida, con pocas locaciones y sin grandes despliegues técnicos. Logrando así, que “Silent Night”, no vea su mensaje diluido por la espectacularidad. Sumado al gran elenco que hace todo bien, mezcla la comedia con la tragedia, como si se tratara de una representación de nuestro posible destino.
Esta nueva entrega narra el origen de la saga. Desde su estreno en 2014, la saga King’s man cautivo muchos fanáticos. Basada en el cómic del mismo nombre escrito por Mark Millar, buscaba modernizar el género de espías ingleses. Matthew Vaughn, encargado de dirigir todas las películas de la saga hasta el momento, busca ahora explicar el origen de esta mítica agencia. En una precuela llena de intriga, acción y un poco del humor al que estamos acostumbrados. A comienzos del siglo XX un grupo conformado por los peores villanos del mundo, se organizan para poner en marcha una guerra que destruirá el status quo. Se trata nada más y nada menos que de la primera guerra mundial. En Inglaterra un varón de tendencias pacifistas deberá moverse en las sombras y a contra reloj a fin de tratar de poner fin a los planes de la organización criminal. Nos ubicamos muchos años antes de que Harry Hart reclute a Gary “Eggsy” Unwin para unirse a King’s man. Aunque tenga los días contados, la realeza aún domina Europa y en Rusia los bolcheviques preparaban su revolución. En esta época llena de cambios es que surge la agencia independiente de inteligencia de Inglaterra. Organizándose para luchar contra un conjunto de villanos históricos que convenientemente se organizaron para estar juntos. A diferencia de sus predecesoras, la precuela tiene un tono propio. Se deja, un poco, el humor de lado por un tono más solemne, lleno de ideales de justicia. Lo que no faltan son las icónicas escenas de acción, con grandes coreografías y trifulcas entretenidas. Ya sea una lucha a muerte contra Rasputín o contra la secretaria del embajador estadounidense en Londres. Mezclando sucesos históricos reales con otros ficcionales que tranquilamente pudieron haber sucedido a espaldas de la historia oficial. Con un producto completamente entretenido, Matthew Vaughn abre el juego para la saga. Pudiendo tener una pata en el pasado, involucrándose en las guerras mundiales y otra más irreverente en un ridículo presente, con mayor contenido humorístico. Un Ralph Fiennes que no nos hace extrañar a Colin Firth, aunque sus propuestas sean diferentes. Un excelente plan para el fin de semana.
La figura de Federico Fellini es sinónimo de cine, su obra cumbre “La Dolce Vita” una visualización obligatoria en cada escuela de cine y sobre esta mitología se planta “La verdad sobre La Dolce Vita”. Giuseppe Pedersoli desarrolla su documental para reubicar la figura del productor napolitano Giuseppe Peppino Amato. Sin el arduo trabajo de este último, la clásica película probablemente no hubiera existido. Llega a las salas de cine el próximo 6 de enero. Por aquel entonces, 1958, Fellini se encontraba en su mejor momento. Ya había ganado dos premios Oscar, pero nadie quería aventurarse a producir su próxima película. Demasiado largo, complejo, muy costoso, eran solo algunas de las trabas. Ni siquiera el mítico Dino Di Laurentis, quien trabajaba con Federico, estaba muy de acuerdo. El proponía de protagonista a Paul Newman u otra cara internacional para financiar la producción. Y este es solo algunos de los problemas que acompañaron la producción de “La Dolce Vita”. El cine es una máquina de sueños, la cual crea imágenes intangibles que surgen de la cabeza de alguien. Una máquina, que a gran escala, solo funciona con dinero, mucho dinero. La imaginería de Fellini solo era igualable a los enormes presupuestos que requerían sus películas para ser filmadas. Giuseppe Peppino Amato sabía todo esto. Pero tal fue su encanto por el guión, sumado a su capacidad de reconocer un éxito, que se embarcó en esta odisea que arruinaría su salud. Varias y variadas fueron las trabas que debió superar esta película hasta ver la luz del día, o mejor dicho la oscuridad de una sala. Desde la elección de Marcello Mastroianni como protagonista, en lugar de una estrella de Hollywood. La cláusula contractual que determinaba un presupuesto final de 400 millones no tardó en romperse y el costo crecía día a día. Amato debió hacerse cargo de todos los gastos tras la ruptura con su socio. Y la inflexibilidad de un director que se negaba a mutilar su obra o modificarla de algún modo. Este es uno de esos documentales que los amantes del cine disfrutan, pudiendo ver el trasfondo de la obra. Sin embargo, quien aún no haya visto la película en cuestión, puede usar “La verdad sobre La Dolce Vita” de Giuseppe Pedersoli como trampolin a la obra de Fellini. Las declaraciones de los participantes agrega información de la voz de quienes vivieron en carne propia el momento. Además de conseguir visibilizar el importante rol de Giuseppe Peppino Amato en la creación de la película italiana más famosa de la historia.
“El aro resurrección” de Norio Tsuruta. Crítica. Cuidado con lo que consumimos en internet. Francisco Mendes Moas Hace 22 horas 0 14 El próximo 30 de diciembre llega “El aro resurrección” para llenar la cuota de terror en las carteleras. La película dirigida por Norio Tsuruta, está basada en la novela digital “She died on QQ” escrita por Ma Bo Yong. Con algunas similitudes a la clásica saga de terror asiática que supo aterrorizar espectadores a comienzo de milenio, pero sin formar parte del mismo universo. Busca concientizar de manera macabra sobre el uso que le damos al mundo digital que nos provee internet. Tras leer el último capítulo de una novela web que había dejado de escribir hace tres años, una joven se suicida del modo en que se describe en el texto. Su prima comienza a investigar el suceso junto a otro joven y descubren que todos los autores de la novela están pasando por la misma situación, muriendo uno a uno. Lo único que tienen en común los asesinatos es el aparente texto maldito. De la misma manera que sucedía tras ver el VHS maldito de “El aro” original, quien lea el texto está destinado a morir. Exactamente de la misma manera que figura en la novela web. Las muertes son varias y poco creativas, por lo que se vuelve tediosa y repetitiva la trama. Los jóvenes protagonistas intentan llevar adelante el delirante libreto sin mucho éxito. Dejando una reflexión algo hiperbólica sobre las consecuencias de la adicción al internet. Algún fanático poco exigente del cine de género podrá llegar a disfrutar de “El aro resurrección”. Por otro lado, en esta parte del mundo es una problemática poco visibilizada la que presenta la película. En consecuencia esto puede producir un impacto menor al pretendido por el autor. Quien busca generar algunos climas terroríficos, pero lo consigue en escasas situaciones, haciendo que falte el terror en una película que se presenta como tal.
“Matrix Resurrections” de Lana Wachowski. Crítica. Matix for Dummies. Warner Bros sigue apostando a sus sagas clásicas. El próximo jueves 23 de diciembre, llega a todas las salas de cine y a streaming, la nueva entrega de la saga Matrix. En esta ocasión, “Matrix Resurrections” está dirigida solamente por Lana Wachowski, rompiendo con la dupla que formaba junto a su hermana en la trilogía original. Por supuesto que vuelve parte del elenco, Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss vuelven a entrar al mundo digital. Una cuarta parte que nadie esperaba y que posee el encanto de un abuelo twichero. En lo que pareciera ser una especie de reboot, Neo se encuentra trabajando de programador de videojuegos. Sus juegos sobre Matrix lo convierten en alguien muy exitoso, pero aun así la presión la abruma. Tratando de aplacar sus penas, visita semanalmente a su psicólogo el cual le receta unas pastillas azules. Al igual que en 1999, llega Morfeo para hacerle abrir los ojos y traerlo a la realidad no digital mediante la famosa pastilla roja. Podemos dividir la película en dos mitades. La primera, de mayor interés, autorreferencial y con algunos pequeños atisbos de innovación. Se agregan conceptos al ya rebuscado universo y se refrescan algunos olvidados. En cambio, la segunda mitad se estanca en una epopeya de amor insufrible, donde las capacidades sobrehumanas que brinda la Matrix son tan explotadas que pierden el encanto. Hay algo generacional que deja de funcionar en la actualidad con Matrix. Nuestra relación con la tecnología cambió, la tecnofobia que traía el nuevo milenio ya no existe. Aquel otro lacaniano que figuraba en las primeras entregas desaparece, ya no lo buscamos como al dios de la internet. Entendimos que el internet lo hacemos nosotros y nos alineamos con lo que ello conlleva. Al igual que en las granjas de humanos, dejamos de ser consumidores para convertirnos en producto. Muy conscientes de todo esto, los guionistas lo toman y lo hacen parte de la trama. Burlándose repetidamente de la automasturbación intelectual que implicaba ver la trilogía original y dejando en claro que esta no seguirá el mismo camino. Lo cual deja a los espectadores que crecieron viendo eso con una extraña sensación de ver algo modernizado a la fuerza. Casi como volver a cruzarse con un amor de la infancia después de muchos años y descubrir que ahora es diametralmente diferente. Lo mismo sucede con el concepto de las máquinas, ya no son el enemigo. La dicotomía hombre o máquina se transforma en una propuesta superadora. Ahora máquinas y humanos son aliados, colaborando así al crecimiento de ambos. Y al igual que hacen las redes sociales con nosotros, la Matrix entendió que para mantener a las personas cautivas en su realidad digital, debía generar un entorno amigable y adictivo del cual no poder salir. Facilitarle seguir scroleando por horas sin darse cuenta. Todos estos conceptos se desarrollan en la primera mitad de la película. Que pivota, en un comienzo, entre reboot o secuela. Una vez que deciden ir a fondo con el concepto Matrix, la trama ya pierde toda su fuerza. Ni Keanu Reeves, ni Neo, ni John Wick, pueden salvarla con sus acrobacias vacías y superpoder repetitivos. Lo cual deja un mal sabor de boca para una película, que si bien no pretende ser memorable, se encontraba en el rango de lo interesante.
“Petite maman” de Céline Sciamma. Crítica. Céline Sciamma lo hizo de nuevo. Francisco Mendes Moas Hace 4 semanas 0 26 Luego de su rotundo éxito con su anterior obra “Portrait de la jeune fille en feu”, la cual también formó parte del festival en ediciones anteriores, llega su nueva película “Petite maman”. Céline Sciamma inaugura la competencia internacional del 36º festival internacional de cine de Mar del Plata. Teniendo en claro que tipo de cine quiere realizar, presenta una obra casi minimalista donde retrata la compleja forma que tienen los infantes de mirar el mundo. La pequeña Nelly acaba de perder a su abuela. Junto a sus padres se mudan a la casa de la fallecida para limpiarla y llevarse las posesiones materiales. Una gran oportunidad para recrear todas las aventuras que la niña había escuchado de su madre. Pasear por el bosque, construir un fuerte, perderse en la naturaleza. Pero su madre se encuentra afrontando un fuerte duelo, lo cual la lleva a abandonar prematuramente la casa. Sola y con un padre ocupado Nelly explora los alrededores hasta encontrar otra niña, con aspecto similar a ella y el mismo nombre de su madre. Aquí es cuando deberíamos hablar del realismo mágico en que se tiñe la película y como los hechos fantásticos no perturban la cotidianeidad de la joven Nelly. ¿Pero podríamos encasillar la película de esta manera cuando es simplemente la manera que tiene Nelly de afrontar la vida? Ante los absorbentes ojos de la infante todo es mágico, una nueva casa es un castillo para explorar y el nuevo bosque no es más que un universo de aventuras. Su posición ante la vida, inocente, sin preconceptos, genera que no se sorprenda ante los maravillosos sucesos que vive. Sciamma tiene la capacidad, que solo tienen los grandes directores, de hacer que todo parezca sencillo. Narrar sin necesidad de espectaculares puesta de cámara o efectos. Una simpleza compleja, la naturalidad que poseen sus personajes al actuar, los escenarios que parecen haber sido habitados, el bosque, portal mágico a otra época. Invisibilizando miles de horas de trabajo, en cada plano Céline pareciera solo poner la cámara y decir acción, captando la vida misma. Una vez más Céline Sciamma nos sorprende con una gran obra, tendiente al minimalismo pero poseedora de gran corazón. Contradictoria la manera que usamos materia orgánica para algo que sólo simula la vida. Fiel a su estilo, sin llegar a repetirse, conmoviendo con una simpleza única de las grandes historias que están bien contadas. Sciamma simplemente nos obliga a poner su película como una gran candidata al premio mayor.