Zoofobia

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

UN ANIMAL DISTINTO

De vez en cuando, aparecen películas que, sin deslumbrar, convierten lo que podría ser un potencial defecto en virtud. Zoofobia, documental dirigido por Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, tiene bastante de eso: el título no es muy atrayente, el didactismo impregna todo el relato y la estructura narrativa marcada por la dispersión. Y, sin embargo, el resultado final es innegablemente simpático y hasta estimulante.

El punto de partida de la película es una especie de crisis identitaria y discursiva de esa institución que ha marcado las vidas (y en particular infancias) de muchos: el zoológico. Esta se da a partir de la trágica muerte de Winner, el oso polar que estaba alojado en el entonces Zoológico de Buenos Aires. A partir de allí, Chehebar y Iacouzzi hilvanan una especie de retrato multidimensional, que abarca las circunstancias de la muerte de Winner y la reconversión del Zoológico en formato de Eco Parque; pero también la historia de los zoológicos (y el de Buenos Aires en particular); las discusiones teóricas y prácticas alrededor de los derechos de los animales y las funciones de preservación, investigación y conservación; y hasta el proceso jurídico -con sus debates legales, científicos, éticos y morales- que llevó a un fallo judicial sin precedentes mundiales de la orangutana Sandra como Persona No Humana. Todo eso se narra mediante una voz over pedagógica y algo canchera a la vez; más una puesta que combina entrevistas, imágenes de archivo y hasta instancias de animación.

Si tantos elementos amenazan con hacer descarrilar al film, lo cierto es que hace jugar a su favor las idas y vueltas del planteo. Hay un tono entre exploratorio y lúdico en la mirada de Chehebar y Iacouzzi, además de una ambición temática y formal que se impone a cualquier vacilación narrativa. Asimismo, esa pasión investigación que exhibe la película le permite no solo revelar datos interesantes, sino también una galería de personajes muy atractivos. El cimiento para todo esto es, inesperada y a la vez lógicamente, la comedia: Zoofobia se hace cargo de que está contando algunos eventos absurdos protagonizados por gente con obsesiones muy particulares, y lo aborda con humor, pero jamás con tono sobrador o subestimando lo que descubre para sí misma y el espectador.

Si Zoofobia no alcanza un mayor nivel es porque, a pesar de transmitir una constante voracidad por la experiencia del aprendizaje, no logra impedir que en algunos tramos se perciba que hay un exceso o redundancia de información. Eso no quita que sea un inesperado hallazgo dentro del panorama del documental argentino, un objeto sencillo de asimilar y, a la vez, casi inclasificable. Esto último potencia su carácter ciertamente apasionante.