Zombieland: tiro de gracia

Crítica de Diego Batlle - La Nación

El subgénero de la comedia de aventuras con muchos zombies y buenas dosis de gore (cabeza cortadas, baños de sangre, vísceras y fluídos en primer plano) tuvo su momento de gloria durante la década pasada con films como Muertos de risa(2004) y Tierra de zombies (2009). Diez años después llega la secuela de este último título con el mismo director (Ruben Fleischer) y casi todo el elenco de la película original (quienes se queden a ver los créditos finales se reencontrarán también con Bill Murray). El resultado esta vez es menos sorprendente, audaz y estimulante que el de la primera entrega, pero de todas maneras hay unos cuantos gags inspirados y ciertos momentos de esplendor cómico por parte de los protagonistas que terminan compensando otros pasajes bastante anodinos, poco elaborados y con mucho regusto a fórmula.

La voz en off de Columbus (Jesse Eisenberg) nos explica en el inicio que los zombies han evolucionado en todo este tiempo y presenta una suerte de guía con las habilidades y puntos débiles de cada tipo de muertos vivientes. Su personaje -bastante neurótico e inseguro- también tiene una lista de reglas que se irán desplegando durante el relato, según la situación que él y sus amigos deban atravesar. Hay, en ese sentido, un claro espírtiu autoparódico, así como una acumulación de referencias, juegos y guiños cómplices que van desde The Walking Deadhasta hasta los clásicos de George A. Romero, pasando por Terminator.

En un universo post-apocalíptico, Columbus, su novia Wichita (Emma Stone), Tallahassee (un desatado Woody Harrelson) y Little Rock (Abigail Breslin) protagonizarán una road movie con paradas en ámbitos tan reconocibles como la Casa Blanca o Graceland y toda la iconografía de Elvis Presley, aunque -claro- con esos y otros edificios muy degradados. En el camino se les sumarán Madison (Zoey Deutch), Nevada (Rosario Dawson) y pequeñas participaciones de Luke Wilson y Thomas Middleditch.

El director de Fuerza antigángster y Venomincursiona en distintos géneros (a una escena de acción le seguirá otra propia de la comedia de enredos y en el medio habrá tiempo para subtramas románticas o las apuntadas explosiones sangrientas) con suerte dispar, pero el diseño de producción, el despliegue de sofisticados efectos visuales y los aportes no menores del director de fotografía coreano Chung Chung-hoon (habitual colaborador de Park Chan-wook) le otorgan al film una espectacularidad que el público sabrá agradecer.