Zew

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Cuando Alemania ocupó Polonia, los abuelos de la directora Irene Kuten huyen del pueblo en donde vivían, pero naufraga el barco que los traslada, siendo capturados y confinados a un campo de concentración improvisado en la isla de Rodas. Allí nace Zew, y esta es su historia. En clave documental, aquí se aborda el tema de la memoria y la migración. De pequeña, Irene escuchaba, una y otra vez, la épica historia que la fascinaba. De adulta, los ojos miran distinto pero el corazón se estruja de igual manera. Hoy, el recuerdo pervive, pero encuentra nuevas aristas para pronunciarse acerca de su historia personal. Allí emprende su camino la documentalista: “Zew” estructura con animaciones para relatar la historia que abarca desde el nacimiento hasta la llegada del padre de la autora a Argentina. Confinado entre su primer año de vida y sus tres años en Ferramonti (Italia), su tránsito cotidiano en Buenos Aires lo cruza con otros inmigrantes en una urbe que los adopta. Se trata de pertenecer, todos buscamos ese lugar adónde regresar. Luego de cuatro años de proceso, este ejercicio sumamente personal finalmente puede llegar a nuestras salas. En términos inspiradores, “1943-97”, un cortometraje e Ettore Sola sirve como referencia inmediata, la memoria acomoda cada pieza en su justo lugar. Zew es un sobreviviente más de la cruenta guerra y una parábola se traza acerca de las persecuciones actuales y las actitudes expulsivas de un país que describen a un modo sistemático de naturalizar la desigualdad. Kuten, acertadamente, no romantiza la tragedia, y no por ello deja de hablar con ternura y evidente nostalgia.