¿Y tú quién eres?

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

De dudoso gusto

De Antonio Mercero, trata sobre el mal de Alzheimer.

Dicho y comprobado en infinidad de oportunidades, sólo las buenas intenciones no alcanzan para que un filme sea lo logrado que sus hacedores seguramente desean que sea. Mucho de eso ocurre en ¿Y tú quién eres? , la película del vasco Antonio Mercero (que tenía 71 años cuando la dirigió), realizador de Espérame en el cielo , con Pepe Soriano, y del éxito de TV Farmacia de guardia .

El tema que aborda el filme, más que la enfermedad de Alzheimer, es todo lo que conlleva esa penosa enfermedad con quienes rodean afectivamente al enfermo.

En este caso, don Ricardo (Manuel Alexandre, el interés amoroso de China Zorrilla en Elsa & Fred , aquí a sus 90 años), a quien su hijo de 60 decide internar en una clínica mientras él, su mujer y sus dos hijos menores se la van a pasar bárbaro a las playas de San Sebastián. Y Ana, la nieta mayor, se queda estudiando, pero siente algo que los otros integrantes de la familia evidentemente no: un apego hacia el anciano y la necesidad de preservar lo mejor que pueda su calidad de vida.

Por un lado, Mercero acierta con los apuntes dramáticos –las manifestaciones de la enfermedad, que Ana primero trata de disimular ante el doctor que atiende a su abuelo-, pero, por el otro, apuesta a pasos de comedia.

Si éstos fueran para relajar la tensión, se comprende, pero ver a José Luis López Váquez en su último papel expulsando flatulencias (aquí se habla de “el pedo luminoso” –sic-) y contando cómo colecciona preservativos, da una pista de que se quiso hacer un drama con pasos de comedia, pero más que risa da estupor.

Tampoco la subtrama del romance entre el doctorcito y la nieta sirve en ninguna instancia para apuntalar el relato, sino que pareciera desdibujar el centro de la cuestión.

Cómo el hijo de Ricardo y padre de Ana ve con malos ojos que su hija abandone sus estudios para dedicarse a su abuelo no tiene razonamiento en el guión, y la relación entre el abuelo y su hijo es tan desdibujada que al menos merecía un refuerzo, en algún diálogo o situación que explicara o justificara tan poco contacto.

Manuel Alexandre y la catalana Cristina Brondo ponen todo el énfasis por parecer creíbles -aunque los lloriqueos de ella cuando descubre lo mal que está otro par de pacientes aparenten sobrecargados-, pero recién en el final el drama gana su espacio, algo escasamente tarde.